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Publicado por
MIGUEL PAZ CABANAS
León

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SEGÚN el Observatorio de la Mujer de la Junta de Castilla y León, nuestra provincia registró en los primeros nueve meses del año pasado el doble de denuncias por violencia machista que en todo 2006, un dato que se vuelve más sobrecogedor si tenemos en cuenta que, a la hora de la verdad, apenas un veinte por ciento de las mujeres maltratadas se atreven a denunciar a sus parejas, lo que convierte esa cifra en una siniestra punta del iceberg. Lo cierto es que muchas de esas mujeres, a sabiendas de lo que se encontrarán en casa, regresan. Por qué lo hacen. Un reciente estudio de la ULE afirma que verdugos y víctimas poseen rasgos comunes de personalidad, abundando los perfiles dependientes, compulsivos y con escasa autonomía. Es como si se juntaran en el mismo cesto las manzanas podridas, parecen decirnos, olvidando que una de esas frutas, la masculina, tiene más gusanos, que en su pulpa hay otro tipo de gangrena moral. Las mujeres son las que llevan las de perder y, en definitiva, los años de cárcel, la ignominia de la condena social, no equilibran el peso de su muerte. Algo habrá que hacer, se exclama, y sin duda la aplicación rigurosa de la ley (mejorable) es un paso en esa dirección. Pero no debemos engañarnos: la única, vieja y laboriosa solución es sensibilizar, educar, persuadir desde la infancia, e incluso más tarde, a riesgo de que nos parezca estéril o poco resolutivo. Y agregaré más, no sólo desde el resentimiento, la denuncia o la repugnancia que nos inspire esa violencia, sino también a través de la cultura, como se ha hecho estos días desde los servicios sociales de esta ciudad. El futuro es mujer, proclamaba Marco Ferreri en una hermosa película allá por los años ochenta. Cuesta creer que más bien se haya retrocedido, que casi treinta años después se siga oyendo hablar de cuchilladas, de tipos que arrojan a sus mujeres por el balcón, de jóvenes maníacos con el cerebro de un mosquito. Porque eso es lo más terrible, lo más desolador: que la historia se repite como un eco maligno en las nuevas generaciones.