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Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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ESA esperanzadora consigna era habitual en otros tiempos, por desdicha remotos, cuando en los turbios relojes daban los tres o las cuatro de la madrugada. Ya se sabe que el alba son «las manos sucias y los ojos ribeteados», cuando se buscan argucias para seguir encantados. ¡Esto empieza a hora!, decían los más resistentes. Pues bien, después de las elecciones lo que comienza, nada menos, es la ardua empresa de poner en orden España y de ajustar su contabilidad a los tiempos que se avecinan. De momento, estamos en la era de los analistas. Muchedumbre de politólogos amateurs están en inmejorable disposición para explicarnos por qué las elecciones han dado el resultado que han dado o por qué han dejado de dar otro. Si quienes analizan los resultados exceden en número y perspicacia a quienes los insinuaron, nos esperan horas de aburrimiento, que siempre se hacen más largas que las de diversión, aunque consten de los mismos minutos. Explicar la victoria o la derrota no debe requerir más tiempo que el que fue necesario para merecerlas, a juicio popular. No nos vaya a pasar lo que a aquel cartógrafo de Borges al que encargaron un mapa del Imperio: el hombre era tan minucioso que, con el tiempo, su mapa llegó a tener el mismo tamaño que el Imperio. Aquí hay que ponerse manos a la obra. No se trata, según los legítimos criterios de unos y de otros, de perder el tiempo en felicitaciones ni en condolencias, sino de resolver la situación que según todos se avecina y que según algunos ya se ha presentado. Vienen épocas peores y cuando el dinero no corre a la gente se le pone muy mal carácter. Quienes están dando saltos de alegría pueden sufrir el baile de San Vito. Y los que están quietos pueden empezar a movilizarse.

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