La larga marcha de Esperanza

EL HOMENAJE y emocionado recuerdo en Madrid a las víctimas del 11-M desplazó a la tarde de ayer la reunión del Comité Ejecutivo Nacional del PP, en el que Rajoy iba a desvelar sus proyectos inmediatos, el estado de su ánimo, que en la noche del domingo pareció afligido, y sus reservas disciplinarias para mantenerse o no en el cargo hasta el congreso que marque las nuevas pautas a seguir por la cúpula del partido conservador, tanto en ideas como en personas. La sucesión de Rajoy se ha abierto, y la mayoría de los barones populares intentan que no se cierre apresuradamente, revolviendo las aguas del río para ganancia del pescador-a más avispado-a. Sin esperar a la aurora del lunes, Esperanza Aguirre presentó en la misma noche del domingo su privilegiada candidatura a suceder a Rajoy apoyándose en la aplastante victoria del PP sobre el PSOE en la Comunidad de Madrid, que ella preside. Tanto algunos barones 'populares' con aspiraciones de futuro, como la actual dirección de Génova 13, con sus hilos de conexión a Faes, el 'think tank' del PP que Aznar orienta, se han inquietado ante la inmediatez con que Aguirre se autoproclama sucesora y mueve a sus edecanes, como Francisco Granados, secretario general del PP madrileño, para decir, señalando a los resultados de Madrid, que algunos no lo hemos hecho «tan mal». Además, los portavoces de la presidenta recomiendan, es decir, piden inmediata autocrítica. La autocrítica y la apertura del proceso sucesorio serían lógicas y recomendables si el PP no estuviese dirigido desde hace cuatro años por un sentimiento victimista de usurpación, convencidos todo el sector dirigente del aznarismo de que el 14-M del 2004 perdieron fraudulentamente las elecciones por una grotesca y macabra conspiración política sobre la tragedia de los atentados de Atocha, en los que se habría implicado ETA. Pero una vez reforzada la verdad, con juicio y sentencia esclarecedores -los autores en la cárcel-, y una vez desmoronadas otras estrategias populares, como la desmembración de España, el relevo automático de Rajoy por Aguirre no haría más que reproducir la imagen más dura y electoralmente infructuosa del PP, pues la presidenta de Madrid siempre se ha alineado con los 'duros' de Génova 13, en su obsesión tal vez por convertirse en la Margaret Thatcher de una España que necesitaría ese modelo. En estas circunstancias, el poder 'popular' de Génova 13 se mostraba dispuesto, ya antes de la reunión vespertina, a rodear a Rajoy de las personas que él considerase más afines a su talante aún no demostrado libremente, por los condicionamientos en que se venía desenvolviendo. Y todo para frenar el ímpetu hereditario de Esperanza Aguirre, cuyo parecido a la Thatcher británica sería más bien un plagio desafortunado e inútil. Como el de cualquiera que hubiera querido ser el Bush español, sin haber logrado serlo ni en edición de bolsillo. Aguirre se enfrenta a una larga marcha por los vericuetos del PP. Ahora no hay nadie en ese partido que resuelva los problemas sucesorios con el dedo.