Diario de León
Publicado por
MIGUEL PAZ CABANAS
León

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CUANDO hace ahora veinte años me fui de Bilbao, algunos amigos se sorprendieron de una decisión que interpretaron como precipitada y se preguntaron cómo abandonaba una tierra que, en principio, me ofrecía más oportunidades de trabajo. Estaba cansado y no tenía muchas ganas de decirles que estaba harto de oír los txistus, de vivir en un clima políticamente irrespirable, en un lugar que se estaba convirtiendo, de la mano de iluminados y depredadores, en un batxoki rancio y gigantesco. Ahora, en cierto modo, me siento culpable por haberme ido. Sí, me acuso de no haber tenido el coraje de quedarme, de huir, de no haber seguido en la brecha, como otros que fueron más valientes, como ese hombre, Isaías, que un perro sanguinario acribilló a balazos al salir de su casa. Isaías, un trabajador que había nacido en Zamora, aquí al lado, que fue capaz de sobreponerse al miedo y criar a su prole, y algo más admirable, vivir en un medio hostil expresando sus ideas. Sí, me acuso de haber sido tibio, de contemporizar, de haber tardado en asistir, en tierras vascas, a las primeras manifestaciones contra ETA. Me acuso de no estar escribiendo este artículo allí, de permitir que el miedo me amordazase, como cuando veía a aquellos payasos encapuchados quemando autobuses y no les recriminaba nada, simplemente miraba para otro lado, pensando que eran cosas de gamberros. Como cuando a mi hermana la intimidaron en un centro donde estudiaba euskera, porque unos gloriosos alpinistas vascos fueron invitados a contar sus gestas y, al enseñar una filmina con la bandera de ETA encima del Everest, ella dio un respingo: me acuso de no haber buscado al mafioso que la amenazó y haberle escupido a la cara. Seguiremos viéndoles matar, es fácil matar a un ciudadano honesto, pero es más fácil sabiendo que el pueblo en el que vives, como aquel otro que toleró los desmanes de los cachorros de Hitler, llora desconsoladamente, sí, pero prefiere enmudecer, o largarse, antes que admitir que, al amparo de sus cunas, crece el huevo de la serpiente.

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