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Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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SI ES CIERTO eso de que el primer requisito de un estadista es ser aburrido, ninguno de los dos presuntos hombres de Estado que se han batido por el poder tiene nada que echarse en cara. Ahora se dice que el presidente prepara una amplia remodelación del Gobierno y que el aspirante a presidir se dispone a abrirle la puerta a quienes impidieron la entrada a los que pudieron darle la victoria. Acertar con los colaboradores adecuados es muy difícil, pero no lo es menos que éstos acierten con la elección de su jefe. ¿Quién se acordará, cuando pasen unos cuantos años, de los señores Puigcercós, Montilla y Carod Rovira? Lo más prolijos historiadores escribirán sus nombres a pie de página, en letras tan pequeñas que sólo leerán otros historiadores de gafas más gordas. La letra pequeña de la historia sólo la leen los contemporáneos que sufren un cogotazo y no tienen más remedio que caer de bruces sobre el texto. Julián Marías, que fue un inmarchitable ejemplo de dignidad, estimaba que era muy grave el olvido de la historia, o su deformación, ya que la realidad es muy vengativa. Aquí nos están contando la mitad de las cosas al revés y la otra mitad también, pero con diferentes narradores. Por eso continúan las peticiones para que se cumpla la ley de banderas. Mientras se nos va la exigua fuerza disponible en revisar el pasado irreparable, el vicepresidente económico en funciones, Pedro Solbes, está preocupado porque la energía propiamente dicha pase a depender del Ministerio de Economía. Don Pedro sabe que siempre está muy oscuro antes de la tiniebla absoluta. Lo está viendo todo más cerca que los demás. No quiere que se repita otro caso Endesa. Tampoco quiere mirar atrás: pero es por si le persiguen.