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Publicado por
JAVIER TOMÉ
León

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CONCLUYÓ el proceso electoral en paz y armonía, pues como ocurre habitualmente casi todos creen haber visto refrendadas sus tesis políticas por el aval de las urnas, así que es hora de referirnos a la gran protagonista mediática de la campaña. Hablo de Marianilla, una niña surgida de la imaginación del líder popular, ese gran hombre admirado por su talento pero cuestionado por su talante. Aseguran que la invención se debe al ingenio de Ángel Acebes, un Homero de los tiempos modernos al que achacan, en la calle Génova, el gran defecto de tomar demasiado deprisa las malas decisiones y demasiado despacio las buenas. Otros argumentan que lo mejor que se puede decir de Acebes, así por las bravas, es que forma parte del paisaje. Y todos están de acuerdo, por supuesto, en intentar picar la cresta a este abulense al que sólo le queda el compás, como a los músicos antiguos. Pero centrémonos en Marianilla, una muchachita venida al mundo en nombre del progreso y las ganancias. Según la versión del señor Rajoy, semejante santita de escayola merece tener una existencia plena y feliz, pespunteada de universidades privadas, empleos bien remunerados y charlas en inglés con sus amiguitas. ¡Hombre! En esta vida se puede perdonar un error de criterio, pero nunca un fallo de procedimiento. Y la estridente legislatura que nos ha brindado don Mariano, al que sólo le falta elegir la salsa con que va a ser cocinado por sus correligionarios, no merecía rematarse con la repipi de Marianilla, ajena a la estrategia de boina calada que ha esparcido a diestro y siniestro su ilustre papá. Un estadista acosado por los suyos y cuyo rostro se acerca bastante al de Dios el día del Juicio Final. Ya lo decía mi abuela: cuanto más grande la cabeza, más fuerte la jaqueca.