EL MIRADOR
Meditación en Génova 13
EN GÉNOVA 13 hay esta semana varios despachos vacíos y un decorado emocional en el que restos de canapés y tristeza dibujan raras figuras en el suelo enmoquetado. Silencioso desánimo. Quedan en sus puestos los dirigentes de guardia, rezagados de la estampida, como el portavoz parlamentario Zaplana y el secretario de comunicación Gabriel Elorriaga, quien se ha dedicado a pensar en solitario y a difundir sus tesis. Se trata de tesis lógicas, aunque no de momento sensatas. Al decir o sugerir claramente Elorriaga que la continuidad de Rajoy al frente del partido se decidió precipitadamente por las presiones en contrario de los medios de comunicación sitúa en mala posición al líder del partido, quien acaba de reivindicar su propia independencia y la del PP frente al «aparato mediático» que venía trazando el rumbo popular. Acierta obviamente Elorriaga al sostener que el PP tiene pendiente una larga reflexión sobre los resultados electorales, que suele ser la primera tarea que los partidos acometen en caso de derrota. Pero ha ocurrido esta vez que la inminencia del vacío que hubiera creado el mutis de Rajoy ha producido tal síndrome de pánico en los líderes periféricos que todos ellos, menos la líder central Esperanza Aguirre, naturalmente, han coincidido en sostener que la permanencia del líder derrotado al frente del partido era la única forma de no verse atropellados por el caos. Pero ahí está el pensador Elorriaga valorando la reflexión sobre la derrota por encima de la continuidad de emergencia que evita el vértigo ante el abismo. Archivar de momento el problema razonable que abriría la sucesión de Rajoy cierra la reflexión antes de abrirse, por lo que ese análisis será hasta el congreso de junio una nueva asignatura pendiente del PP, como la política exterior de Aznar o el uso del terrorismo desde la oposición como arma de acoso al Gobierno. Quedan frenadas temporalmente las ansias sucesorias y aplazada la reflexión que Elorriaga echa de menos, aunque él haya anticipado algunas conclusiones, y no precisamente a favor de la presidenta madrileña, a la que resta méritos por su aplastante victoria sobre el PSOE en Madrid para valorar más alto los resultados populares en Castilla-La Mancha y Andalucía, donde han mejorado resultados, pero no desde el poder sino desde la oposición. En Madrid también ha mejorado resultados Esperanza Aguirre, pero desde el Gobierno y la televisión autonómicos, y con el apoyo de la emisora de radio episcopal y dos diarios de profunda devoción conservadora, aunque uno de ellos la disfrace con un antifaz progresista. Lo bueno de la lógica política es su incoherencia, y ahora se comprueba meridianamente en el portavoz en funciones Zaplana. Rajoy decía en la campaña electoral, acariciando sus sueños de victoria, que esperaba que el PSOE se abstuviera a su favor en el debate de investidura, por lo que Zapatero ha insinuado que espera que Rajoy adoptase en la investidura la actitud que había predicado. Pero no parece que predicar sea lo mismo que dar trigo. Zaplana anuncia que «salvo en circunstancias extraordinarias» el PP votará en contra de ZP. Cosas.