Diario de León

TRIBUNA

Semana Santa: más que cultura

Publicado por
JULIO DE PRADO REYERO
León

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En españa les resulta poco menos que imposible aún a aquellos que se declaran agnósticos ignorar y evadir el fenómeno religioso de la Semana Santa, pues el mismo profesor Tierno Galván razonaba así su propia conducta: «el agnóstico se despreocupa de la posibilidad de la existencia de Dios porque no admite la posibilidad de verificarla» y hasta el mismo ateo que por definición y sistema parece negar teórica o prácticamente la existencia de Dios, para el teólogo K. Rahner «debe ser entendido, en cada caso, ya que lo que para uno es afirmación de Dios, puede ser para otro expresión de ateísmo. Los primeros cristianos fueron tenidos por muchos por ateos porque se negaban a sacrificar a los dioses paganos...» Por tanto no se puede olvidar que a nosotros el cristianismo nos ha llegado a través de muchas culturas desde el judaísmo, pasando por la filosofía griega y el derecho romano hasta llegar a los distintos pueblos de Europa. Así se explica, por ejemplo, que la monja Egeria, tenida por unos como gallega y por otros como berciana en los siglos IV o V después de su peregrinación a Tierra Santa a su regreso en su famoso Itinerarium nos describa como se celebraba allí la Semana Santa constatando que los cristianos sin menoscabo de celebrarla como el Misterio de la Redención de Cristo a través de su Pasión, Muerte y Resurrección, acudiesen a su dramatización a través tanto de cultos sagrados como de escenificaciones religiosas, procesiones y otros actos religiosos en los lugares más vinculados a los últimos días de la vida de Cristo. Las celebraciones de la Semana Santa en occidente hasta bien entrada la Edad Media están fundamentalmente enmarcadas dentro de la Liturgia, ya entonces parcialmente dramatizada, pero que aún para el pueblo llano y sencillo ignorante en latines resulta aún demasiado teórica, culta e ininteligible, por lo que ya nuestros obispos a partir del siglo XIV complementan la Cuaresma y la Semana Santa oficiales con sermones penitenciales, primero en las catedrales y luego hasta en las últimas iglesias rurales, dándose además poco a poco entrada en los actos de religiosidad a la lengua vulgar y surgiendo pronto un arte religioso que va humanizando la figura de Cristo a la hora del románico en los Cristos como el de Carrizo o en la del gótico con la de La Virgen como ocurre con la del Camino Francés del Mercado en su expresión más doliente. Asimismo las cofradías o hermandades que nacen como gremiales o de artesanos van dando paso a las penitenciales, que potencian con sus famosos «pasos» las Procesiones de Semana Santa. Todo esto llega a su cénit en la época del barroco. Tampoco se pueden menospreciar costumbres y tradiciones nacidas al calor o a la sombra de todo ésto como lo advertía ya en el siglo XVIII el poeta y dramaturgo alemán F. Schiller en su obra María Stuard: «en las viejas costumbres se oculta a menudo un profundo significado», lo que su paisano y coetáneo Goethe en su famosa obra Fausto explicita aún más: «oigo el mensaje, pero me falta fe»... No obstante para ello se necesita una labor profundamente seria y crítica, que según nuestro dramaturgo Jacinto Benavente en una conferencia que pronunció en el año 1924 aboga por «materializar lo espiritual hasta hacerlo palpable y espiritualizar lo material hasta hacerlo invisible; este es todo el secreto del arte». En realidad de vez en cuando aparecen en ciudades y pueblos parodias de lo sagrado y exaltaciones de las miserias humanas, que están en la mente de todos y además hieren los sentimientos de creyentes y no creyentes. Ejemplos de todo esto puede ser lo de «matar judíos», juegos clandestinos de chapas, la procesión del Genarín, las procesiones de los borrachos, extravagancias durante la quema de Judas, etc... Es verdad según afirma el profesor Terrín, de la Universidad de Milán que «el pueblo tiene derecho a expresar su fe según su propio sentir» y puesto que según afirmación de J. Campbell «en la sociedad los sentimientos no son innatos sino que se desarrollan a través del influjo que la sociedad asume sobre ellos» esto también debe tenerse en cuenta a la hora de hacer fiesta o celebrar lo sagrado se procure evitar manipulaciones de ideologías, instrumentos de dominio, explotación de minorías poderosas sobre mayorías débiles etc... y puesto que según el Concilio Vaticano II «la Liturgia no agota toda la actividad de la Iglesia», también los actos de religiosidad popular, costumbres, tradiciones, cultura, etc... encuentren el puesto que les corresponda en la Semana Santa con tal que conduzcan a la Liturgia, la ayuden, la favorezcan, no la marginen, ni oscurezcan o la consideren como algo desfasado o ritos mágicos y tediosos, etc... cuando en realidad: Cristo realizó la obra de la redención humana por el Misterio Pascual de su bienaventurada Pasión, resurrección de los muertos y su gloriosa ascensión a los cielos», concluyendo así el referido Concilio: «toda celebración litúrgica por ser obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia, cuya eficacia con el mismo título y el mismo grado no la iguala ninguna otra acción de la iglesia»; por lo que la Liturgia de la Semana Santa sin dejar nunca de ser cultura es aún mucho más que simple cultura.

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