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Publicado por
CONSUELO SÁNCHEZ-VICENTE
León

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LA PERSONACIÓN del invierno en plena operación retorno parece una metáfora de la tarea que tenemos por delante. Es hora de volver a la realidad. Según las previsiones de la OCDE, la crisis económica que tenemos encima y que ya nadie niega no va a entrar en la senda de la normalidad hasta 2009, y eso siendo optimistas. El mundo se ha globalizado para bien y para mal, y con la recesión como horizonte probable de la poderosa economía estadounidense al menos por un trimestre, ni los organismos internacionales ni los expertos se atreven a descartar que la situación pueda empeorar. Solucionar las causas de esta crisis no está en manos de nuestro gobierno, naturalmente. Pero paliar sus consecuencias, sí. Y nos va a tocar correr. En cada país, la crisis tiene rasgos propios. Los nuestros son los precios y el empleo. La inflación y el paro. Lo uno lleva a lo otro, como una pescadilla que se muerde la cola, pero el talón de Aquiles de esta ecuación es el paro. Es lo que más nos preocupa a todos. Mientras tienes trabajo todo se puede arreglar. La prioridad del plan de choque que el gobierno va a presentar en los próximos días es justamente esa, la lucha contra el paro, inyectar confianza a la economía productiva para reducir en lo posible el brutal impacto que esta crisis podría tener sobre el empleo en nuestro país. Los expertos más optimistas hablan de setecientos mil parados más y los más pesimistas elevan la cifra hasta el millón de parados en 2008. Son cifras heladoras. Cifras que no nos podemos permitir. El Gobierno asegura que el éxito de la batalla del empleo va a depender en gran medida de la disposición al acuerdo de los empresarios y de los sindicatos, y de que las fuerzas políticas y especialmente del principal partido de la oposición muestren una actitud compresiva y constructiva. Que estemos estrenando una nueva legislatura invita a soñar con que , cada uno desde su ámbito de responsabilidad, aportará su granito de arena a la playa. Más nos vale. Si el empleo sigue cayendo al ritmo que lo ha hecho en el último trimestre - casi trescientas mil personas - en vez de una playa tendremos un desierto.

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