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TRIBUNA

La autocomplacencia como axioma político (errático)

Publicado por
A ndrés Mures Quintana
León

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El Partido Popular leonés celebró el pasado viernes, día 14, una asamblea de su comité de dirección provincial al objeto de analizar el resultado de las recientes Elecciones Generales, en las que el Partido Socialista le ha aventajado en nada menos que 22.500 votos, que se dice pronto. De lo que se desprende de la magna reunión, es que se ha tratado de quitar, en lo posible, hierro al asunto, saliendo la casi totalidad de los conferenciantes, como vulgarmente se dice «por la tangente», si bien, y a la vista de las declaraciones posteriores de unos y otros, más bien parece que la escapatoria a la verdad manifiesta ha sido «por los cerros de Úbeda», que significaría de forma más clara y elocuente, no querer ver lo que en realidad se tiene delante de los ojos. Estas posturas de atribuir el fracaso a la nacencia-vivencia leonesa de Zapatero, el verdadero triunfador (y no a las tesis de un socialismo que aparece en muchos puntos y aspectos trasnochado), evidencia una vez más, que los responsables de la débacle en la provincia leonesa quieren evitar a toda costa el cargar con una responsabilidad que es atribuible a ellos en una gran proporción. Era más que evidente que ganar, lo que se dice triunfar, era tarea imposible, pero no es menos cierto, que el batacazo tan fenomenal nos debe animar a hacer examen de conciencia profundo. Ahora bien, si este ejercicio consiste en mirar para otro lado, tratar en lo posible de minimizar el triunfo claro, clarísimo del contrario, y en maravillarse en los más de cuatrocientos mil votos que el PP ha obtenido respecto de la contienda de hace cuatro años, estaremos engañándonos a nosotros mismos (a sabiendas) y en tratar de necios a votantes y simpatizantes. Esto no es justo, como tampoco parece digno de inscribirse en los aledaños de la ética política. Sabido es que en política como en otros aconteceres de la vida común, de vez en cuando se alcanza el objetivo propuesto, y en ocasiones se tropieza y se rueda por la pendiente. Y ello es humano, y parece digno de elogio el ser suficientemente honestos para reconocerlo. Para nadie es un secreto, que desde el año 2000, el Partido Popular de León, a la vista de los gráficos, viene perdiendo importantes cuotas de poder, en una espantada continua de votantes, que se hace más apreciable en los ayuntamientos más representativos de la provincia, con la casi huérfana excepción de Ponferrada. A la vista de la realidad más palpable, ha sido una lástima que en el sanedrín del referido viernes, en el que prácticamente todo el mundo asistente aplaudió con las orejas, no se plantearan preguntas y cuestiones que podemos afirmar están en la mente de muchísimos ciudadanos afines a las tesis que preconizaba y representa Mariano Rajoy. En todas las esquinas no pocos se hacían cruces sobre la candidatura al Congreso, y para nadie es un secreto a estas alturas, que la figura de Juan Morano no está en estos momentos precisamente en candelero. Su rechazo frontal a la invitación de la Casa de León en Madrid, ha dejado heridas difíciles de cicatrizar. López Riesco, alcalde de Ponferrada, ha sido visto con más mimo y menos pasión en contra. En cualquier caso, la alcaldía de una ciudad emergente con prácticamente ochenta mil almas, sumergida en un proceso de expansión continuo, y en varios aspectos verdadero motor de la comarca de El Bierzo y aún de la provincia por su dinamismo y espíritu de superación, no aconsejaba distracciones. Se supone que Carlos Riesco, a diferencia de la Santísima Trinidad, no tiene el don de la ubicuidad. Pero merece el beneficio de la duda porque aúna juventud y eficacia, y además su labor está a la vista de todos, haciendo de su ciudad, Ponferrada, un oasis de bien hacer en todo el Noroeste. Por lo que respecta al Senado, los resultados han sido tan nefastos para el Partido Popular, que por un mínimo ejercicio de deferencia y respeto hacia los candidatos, nos parece obligado el abstenernos de cualquier comentario. La señora presidenta provincial (posiblemente la mente más clarividente de todo este enjambre) se verá forzada por las circunstancias, quizá por ella misma, o a lo mejor porque el Pisuerga pasa por Valladolid, a apretar tornillos y clavijas por aquí y por allá. A plantar cara, si llega el caso, a alguna mente pensante de Génova 13, o al poder mediático repartido entre El Bierzo y la Plaza de Cataluña. Sea como fuere, se impone un cambio de rumbo y una reforma en profundidad del Partido. A acoplar a los tiempos que corren un aparato administrativo muy poco eficaz, alejándolo de la improvisación en la tarea del día a día. El Partido tiene unas Secretarías Ejecutivas salidas del último congreso provincial. Es evidente que deben de cumplir unas funciones y unos trabajos, que no se han materializado en el quehacer cotidiano. La señora Carrasco es, además de inteligente (y lo ha demostrado en no pocas ocasione) trabajadora infatigable, pero su tarea institucional le resta tiempo precioso para dedicarlo al Partido. Somos humanos, y la actividad, aun siendo frenética, tiene un límite. Ello, obviamente, ha de ser tenido en cuenta y las viejas estructuras han de ser renovadas. Desde Maquiavelo, que lo dejó plasmado de forma inequívoca, hasta nuestros ilustres tratadistas de ciencia política más actuales, como Biscaretti o Duverger, por citar dos ejemplos enteramente válidos, el objetivo de toda formación política es la conquista del poder, y subsidiariamente el bienestar de los ciudadanos. Vistos los resultados de estas elecciones generales en la provincia de León, se tiene la sensación de que los políticos que encarnan las tesis del Partido Popular, y los ciudadanos que les confían ese bien preciado que es el voto, caminan en direcciones divergentes. Nada digamos de los que aún no han cumplido treinta primaveras. Ahí los caminos se cruzan en sentidos opuestos en una proporción apabullante. Decía Demócrito que la autocomplacencia es la vía de escape de los necios para no mirarse fijamente en el espejo de sus limitaciones y de sus errores. La reflexión se impone, la cordura también. Querer zafarse de una realidad tan evidente como la que nos ha presentado el resultado electoral reciente, es hacer honor de actualidad a las palabras del sabio griego.