Diario de León
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VICTORIA LAFORA
León

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VAMOS a vivir unas semanas moviditas, con carreras para colocarse en buenos lugares, tanto en el Gobierno como en la oposición. Ganadores y perdedores tiene ahora que repartirse, unos la tarta del poder, y otros los cargos que les quedan en el Parlamento y en el aparato del partido. Nadie quiere quedar fuera de juego; por lo que se sacan a relucir cuentas pendientes, trienios de militancia, sacrificios por la causa, travesías del desierto, adhesiones inquebrantables, respaldos autonómicos e incluso relaciones familiares, si eso sirve para alcanzar un ministerio o una subsecretaría. En el PP las luchas son mas soterradas, más florentinas. Los conspiradores todavía no dan la cara, pero las dagas comienzan a brillar en los pasillos de Génova en defensa de los nombres de los subalternos. Hay que colocar a las segundas espadas para tener control sobre diputados y senadores. Por eso Rajoy dilata la decisión, apura los plazos hasta el último día y calla. Solo se fía de Soraya Sáenz de Santamaría, leal, aunque demasiado joven para enfrentarse a José Antonio Alonso como portavoz del grupo parlamentario popular del PP. Y, mientras Blanco continúa su ronda de contactos para lograr que los nacionalistas voten a Bono como presidente del Congreso, Zapatero sigue deshojando la margarita de los nombres de su futuro gobierno. Los ya conocidos parecen confirmar la imagen de un gabinete muy continuista. En algunos, como Exteriores, demasiado continuista. Por encima del compromiso del presidente con Moratinos está la imperiosa necesidad de impulso que la política exterior reclama a gritos en áreas como América Latina o Europa. También se comprometió Zapatero a hacer vicepresidentes a Caldera y a Rubalcaba y los ha dejado con un palmo en las narices y el ego por lo suelos. El que parece liberado de ataduras y más parlanchín que nunca es Eduardo Zaplana. Mientras un manto de silencio cubre a sus compañeros de partido que se observan de soslayo y procuran cubrirse las espaldas, el ex portavoz proclama lo obvio: que Rajoy dijo una tontería al reclamar al PSOE que se abstuviera en su investidura en el caso de haber ganado las elecciones. Porque el papel de la oposición es, como su nombre indica, oponerse. Por tanto lo que tiene que hacer el PP en la investidura de Zapatero es votar en contra y controlar al Gobierno que para eso están en la Cámara y para eso les pagan. Tanta bronca hay que el presidente fundador de este partido, Manuel Fraga, ha tenido que ser reelegido senador por Galicia con los votos de PSOE y BNG, porque los de su partido anularon sus papeletas con una tachadura ¡Lo último!.

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