Diario de León
Publicado por
JOSÉ LUIS GAVILANES LASO
León

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QUERIDOS hermanos en la fe y en la esperanza de una autonomía pretendida, pero nunca conseguida, ni siquiera prometida. Paisanos en la desdicha, he aquí, para solaz de agravios y de penas, y a guisa de resultados electorales, un pequeño cuento. Expliquémoslo a modo de fábula, para mayor comprensión y aprendizaje. Que, según el último Informe Pisa, las camadas más jóvenes del país son de poca lectura y recia entendedera en la comprensión y comentario de la realidad no virtual. «Érase una vez un país en el extremo suroccidental de Europa, llamado Botarantia, de monarquía parlamentaria, entre católico conservador y progresista postconciliar, cuya más importante y sonora virtud, según uno de sus más preclaros oriundos dado al verso, es la de que sus habitantes desprecian a gritos todo cuanto ignoran. Salido de una oscura y profunda caverna dictatorial y recién entrado en el cielo abierto de la democracia, quiso ese país, a través de un texto constitucional elaborado por sus hombres más sesudos, readministrar el territorio, posibilitando una nueva distribución de sus gentes por comunidades, bien matrimoniándose o permaneciendo solteras. Fue un proceso largo, complicado y resuelto por diferentes vías. Por expreso deseo de los censados botarantes y botarantas, todos ellos resolvieron, en acto o en potencia, permanecer solteros en sus respectivas regiones, menos uno, el matrimonio entre doña Virtudes Castilla y don Primitivo León. En la ceremonia nupcial de doña Virtudes y don Primitivo, actuaron de padrinos: don Sogolfo Malsín Villarejo, premio Nobel de Física por demostrar la inmovilidad del Movimiento, de parte del novio; y doña Gregoria Peces Boecillo, virtuosa en gaita y en vihuela de la escuela de Pucela, en representación de la novia. Previo al feliz acontecimiento, comenzó a propalarse por todo el territorio botarántico la siguiente coplilla: doña Virtudes Castilla / se dice que va a esposar / con Primitivo León, / si buena está la muchacha / más bueno está el mocetón. / Don Sogolfo los habrá de apadrinar / y doña Gregoria Peces / de madrina irá al altar. / Resultado de este enlace / prosperidad ha de dar, / y envidia por su riqueza / y por su grandeza, más. / ¡Venga ese día, / que llegue, ya! Pero, no siempre, lo que el hombre propone coincide con los deseos de quien todo lo puede, aquí en la tierra como en el cielo. Y éste fue el caso. Muy pronto se hizo de dominio público que aquel matrimonio había sido por conveniencia, más ajustado a intereses espurios que a un verdadero amor conyugal. Doña Virtudes veía en don Primitivo a un hombre aún no liberado de lazos sentimentales con el pasado, envuelto a menudo en ensoñaciones de nostalgia o señerdad, que es como se aproximan los cazurros y asturianos, primos y hermanos, a la «saudade» portuguesa. Y don Primitivo veía en doña Virtudes un acendrado egoísmo, egolatría y egocentrismo, muy mala administración e, incluso, derroche de los bienes gananciales. Como la legislación vigente en Botarantia no permite la posibilidad de ruptura del vínculo por la vía legal, la señora Castilla y el señor León deberán aguantarse mutuamente hasta que una futura ley de divorcio pueda disolver el fallido matrimonio». Provoqué, desde de esta tribuna, a todos los ciudadanos, aldeanos, villanos y lugareños, todos hermanos de esta bendita tierra nuestra si bien no más bendita que otras , para hacer de los últimos comicios un referéndum de pronunciamiento autonómico, prioritario y sustitutivo del debate nacional. Y llegó el día de las elecciones. Cumplí con el deber en defensa de un escueto programa: «Autonomía Leonesa». Y voté nulo. La provocación no dio resultado. Mis paisanos, que no estaban para irresponsables aventuras, como cabía esperar de su recto sentido del deber, ni compartieron ni secundaron el disparatado proyecto. El porcentaje de votos nulos fue ridículo, incluso inferior a las elecciones del 2004. Mi PPR, «partido pro referéndum», hizo honor a su nombre y, junto con el de Llamazares de la «izquierda hendida» y el de mi tocayo José Luis Carod Rovira bueno, Josep Lluis, para que no se le acreciente el cabreo por las cinco ovejas perdidas del aprisco parlamentario , fuimos los únicos verdaderamente derrotados. Los leoneses y leonesas, como la mayoría de los celtíberos, estimaron mejor opción, para el bien de la patria, intervenir en la refriega de los Cánovas y Sagasta del siglo XXI, dando más papeletas a los socialistas que a los populares. Respectivamente tres y dos diputados en nuestra provincia. Repletos de soberbia por su montería exitosa de votos, no se dan cuenta, los unos y los otros, que muchos votantes de Rajoy lo han hecho más por chinchar a Zapatero, y viceversa. Esto es, votado más por exclusión que por convicción. ¡Siempre en negativo, nunca en positivo!, que diría Van Gal, con acento tulipán. Lo que quiere decir, en cierta lógica y en defecto de las respectivas ilusiones de Joseluises y Marianos, todos Pepes, que este votar es un no votar. Vamos, para que mejor se entienda, aplicando la fórmula teresiana de «voto por que no voto». Esto reconforta. Aunque la propuesta «pro referéndum» no haya sido exitosa, a tenor de lo que dicen los otros y los unos, tampoco es para auto-disciplinarse. Que no hay nada mejor para elevar el ánimo y la moral que unas elecciones. Sólo una irrefutable excepción por estos pagos. Como estaba previsto y mejor cantado, se ha producido un retroceso más de la UPL. Anticipé hace tiempo, con mucho dolor, la finitud con mortaja de las cosas queridas provoca sufrimiento , que esa organización era ya cadáver, aunque todavía insepulto. Falta de contenido ideológico, si continúa reduciendo anoréxicamente la talla, sus representantes políticos acabarán no tardando mucho en las fauces de los escualos poderosos del acuario político nacional. ¡Ah!, y para acabar, se me olvidaba expresar una duda que me anda a atormentar. Cuando mi vecina Laudelina, con pañolón negro junto al atrio de la iglesia haciendo filandón, y el tío Agapito, con gorra a la sombra de una sebe contando las ovejas, dicen «trajon», «vinon» y «dijon», ¿deben ser votantes contabilizados hablando llionés o castellano? Doctores tiene la llingüística que, a no dudar, sabrán sacarme del dilema.

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