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Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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SE VA HACIA el mar el caudal de nuestros dineros, como en las coplas, mientras el otro, el caudal propiamente dicho, se lo siguen llevando nuestros más acreditados golfos. La Caixa y Caja Madrid tendrán que asumir el agujero de 88 millones de Gescartera. El llamado Antonio Camacho, antes conocido por don Antonio Camacho, ha sido condenado a once años de cárcel, que ya serán menos, como los de Farruquito, pero eso sólo afectará a su libertad y no a la libre circulación del dinero. Se preguntó el gran Valle Inclán, mirando los muros de la patria suya y también los solares: «¿Qué sería de este corralón sin sol?». Muchos años llevamos preguntándonos que sería de este territorio sin tantos pícaros por metro cuadrado. Su número ha aumentado desde el Siglo de Oro, cuando la proporción de habitantes era mucho menor, pero parece que ni la pluviometría ni la sinvergonzonería tienen un fácil arreglo. Barcelona está empezando a multar el riego mientras el Ebro, que es el padre de nuestras sílabas de agua, se desborda. Está arrojando al mar millones de metros cúbicos mientras se acarrean a Cataluña barcos cisterna desde Almería. Áteme usted ese camello por el rabo. Lo más extraño de España no es su paisaje, sino su paisanaje. El agua va y viene «útil y humilde y preciosa y casta» como siempre, mientras hacen cálculos los presidentes de las confederaciones hidrográficas. Lo peor quizá no sea que alternemos las inundaciones con las sequías, sino que alternamos a los antiguos gestores del agua por otros todavía más ineficaces o quizá más políticamente maniatados. Hay quien dice que Dios aprieta pero no ahoga, versión que otros sustituyen por la que asegura que «Dios aprieta, pero no afloja», pero no hay que mirar tan arriba. La culpa es nuestra.