Diario de León
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FEDERICO ABASCAL
León

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RAJOY HABLÓ al fin, aunque muy poquito, y en medios del Partido Popular se decía que ese modo de romper su silencio era más bien una forma de prolongarlo. El silencio de la esfinge es lo que más desconcierta a quienes ansían sus respuestas, por lo que los militantes populares con méritos van a seguir padeciendo hasta el lunes un síndrome más o menos acusado de turbadora incertidumbre. Aprovechando un viaje a Calahorra para contemplar in situ los efectos del último atentado de ETA en el cuartel de la Guardia Civil y edificios colindantes, el líder popular dialogó ayer con miembros de la Benemérita y algunos transeúntes, ante los que reiteró sus tesis sobre la banda terrorista y el apoyo que él está dispuesto a prestar al Gobierno «en todo lo signifique acabar definitivamente con ETA». Genio y figura. Rajoy sigue fiel a sí mismo, y al ser recabada su opinión sobre el horrible asesinato de la niña Mari Luz Cortés por un pederasta, subrayó lógicamente los fallos en los mecanismos de la Justicia y anunció como es tradicional entre los conservadores, que una de sus primera medidas en el futuro Congreso será la de proponer un endurecimiento de las penas a los agresores sexuales. El caso de esta niña asesinada no sólo ha conmocionado al país sino que ha disparado las alarmas sobre los errores no precisamente insólitos en el funcionamiento de los juzgados. Pero como hasta en las tragedias puede atisbarse un punto luminoso, en la de la pequeña Mari Luz brilla la actitud de su padre, pastor evangélico, quien acompaña su dolor con rasgos edificantes de filantropía cristiana. El silencio de Rajoy no ha sido una estratagema política para sorprender en el último minuto a la junta directiva nacional del PP con un proyecto inesperado. El líder del partido se siente libre, pero en límites estrechos porque ha moverse en un espacio del que no se ha desprendido nadie, excepto Zaplana, a quién habría derrotado parabólicamente desde Valencia el presidente Camps. Se trata más bien del silencio del opositor que ha de aprenderse casi de memoria nada menos que la Ley Hipotecaria para llegar a ser registrador de la Propiedad, además de todo el derecho civil, administrativo y mercantil, más los recovecos del sistema fiscal. Rajoy habría analizado estos días en la intimidad de su hogar la serie de enigmas a descifrar de aquí al congreso del partido en junio. Los enigmas son abundantes y, entre ellos, figura el de si la presidenta de Madrid permanecerá impasible el ademán o presentará batalla con vistas al congreso extraordinario a su homólogo valenciano Camps, considerado valedor de Rajoy. Tampoco parece fácil de organizar un congreso con el secretario general del partido impuesto por la anterior autoridad incontestable y hasta hace quince días incontestada. A todo cual debe añadirse la dificultad de formar un equipo de afines cuando no se cuenta, de momento, con dos o tres fieles y varios apoyos circunstanciales o insuficientemente demostrados. Es lógico, pues, el largo e impenetrado silencio de Rajoy. Las oposiciones al liderazgo independiente del PP exigen muchas horas de estudio en soledad.

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