EL RINCÓN
La Justicia, o así
EL JUEZ CULPA a una funcionaria de que estuviera en libertad el repugnante asesino de la niña Mari Luz. Una vez más se cumple el unánime reglamento, cuyo artículo uno dice: «Todo inferior será severamente castigado». Es mucho más fácil reclutar a los responsables entre las gentes que tienen menos responsabilidad: son mucho más numerosos y por lo tanto hay más donde escoger. El Gobierno admite que se trata de un «terrible y trágico» error judicial, pero la mayoría de los españoles consideramos que el error trágico y terrible es permitir que la Justicia esté en la situación que está. Enumerar sus cochambrosos episodios últimos desbordaría no sólo el espacio de esta columna, no subvencionada por nadie ajeno al periódico donde se publica, sino al tiempo disponible de los lectores. «La Justicia española es un cachondeo», dijo un político español que acostumbraba a expresarse con muy escasa reserva, pero es más: es una ignominia que parece ideada para ofender a las personas decentes. Si resucita Justiniano le da un telele. -¿Temes la Justicia?, ¿te asusta, pues, tu conciencia?- dice un personaje teatral. -La mía no, la de mis jueces. Muchos más motivos hay para el temor en el gran teatro del mundo. El magistrado instructor del Caso Malaya acaba de imponer un millón de euros de fianza al ex asesor de urbanismo de Marbella, señor Roca, que llegó allí sin un puñetero duro y al poco tiempo apaleaba millones, coleccionaba relojes, caballos de raza y coches de muchos caballos, también de pura raza. ¿A qué le estamos llamando Justicia con mayúscula? Se teme que haya un «elevado riesgo de fuga». Nuestro miedo colectivo es a no poder fugarnos de un país donde la Justicia funciona así.