TRIBUNA
Proteger la salud frente al cambio climático
EL CAMBIO climático es uno de los principales retos a los que se enfrenta la humanidad en este momento y constituye una amenaza emergente considerable para la salud pública. Por eso la Organización Mundial de la Salud (OMS), ha considerado que este año, el día 7 de abril, Día Mundial de la Salud 2008, se centrará en la «Protección de la salud frente al cambio climático». El objetivo es efectuar una campaña mundial encaminada a aumentar el grado de sensibilidad y comprensión de la población con respecto a las consecuencias del cambio climático en la salud, y a mostrar el impacto que la creciente interdependencia entre esas dos esferas tiene en las decisiones y políticas a escala local, nacional e internacional. La ciencia lo muestra claramente. La tierra se está calentando, ese calentamiento se está acelerando y de ello es responsable la actividad humana. Si la tendencia al calentamiento prosigue sin control, la humanidad tendrá que enfrentarse a un mayor número de daños, enfermedades y defunciones, relacionados con desastres naturales y olas de calor. Además, en muchas partes del mundo, numerosas poblaciones se verán desplazadas por el aumento del nivel del mar y afectadas por sequías y hambruna. Tenemos motivos para preocuparnos, ya que el calentamiento global, inducido por el cambio climático, produce graves trastornos en algunos elementos básicos para la vida como son el agua, el aire y los alimentos. Los efectos negativos en la salud relacionados con el clima producen cada año más de 150.000 muertes, sobre todo en los países en desarrollo. Si no se detiene la tendencia actual al calentamiento global, se prevé que la situación empeore debido a los efectos de las enfermedades sensibles al clima, como el paludismo, la desnutrición o la diarrea, que ya son causa de muchos millones de muertes cada año. Los riesgos no se distribuyen equitativamente, ya que la mayor parte de los gases de efecto invernadero, causantes del cambio climático, son emitidos por los países industrializados más ricos, pero las previsiones indican que los riesgos para la salud afectarán sobre todo a los países que menos han contribuido a crear el problema. La divulgación del documental de Al Gore, Una verdad incómoda, ha servido para alertar sobre el problema del cambio climático mucho más que las denuncias que se han venido produciendo durante los últimos años por parte de la comunidad científica y de algunos grupos ecologistas. Tener conciencia del problema es, sin duda, el primer requisito para encontrar una solución, pero esta conciencia ciudadana se relaja al vaticinarse determinados desastres, como el aumento del nivel de las aguas o la desertización de amplias áreas geográficas. Por ello, es importante no ocultar los males ya constatados, para conseguir que la sociedad sea consciente de que no se puede dilatar la toma de medidas para la mejora del medio ambiente. El informe más reciente del IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) confirma que hay pruebas abrumadoras de que los seres humanos están afectando al clima mundial, con graves consecuencias para la salud humana. La variabilidad y el cambio del clima causan defunciones y enfermedades debidas a desastres naturales tales como olas de calor, inundaciones y sequías. El cambio climático ya está contribuyendo a la carga mundial de morbilidad y se prevé que su contribución aumentará en el futuro. Por ello, es urgente comenzar a actuar para estabilizar el clima mediante una mitigación fuerte y eficaz capaz de prevenir aumentos de enfermedades previsiblemente relacionadas con él. La mitigación del calentamiento global puede ser buena para la salud, el medio ambiente y la economía simultáneamente. Podemos cambiar nuestros hábitos de transporte, alimentación y consumo de energía, reducir la producción de residuos y controlar la calidad ambiental del aire y del ruido. Con ello, además de la mejora ambiental, conseguiremos aumentar la actividad física, reducir la obesidad, la diabetes, el asma y otras enfermedades respiratorias, además de las enfermedades cardíacas y el cáncer. Las políticas de adaptación socioeconómica son también imprescindibles de cara a mitigar los efectos del cambio climático sobre la salud. Las actuales fuentes de energía, con el consumo de combustibles fósiles, son las máximas responsables de la contaminación del aire y de los gases de efecto invernadero (GEI), por lo que una reducción en los niveles de uno y otro sería doblemente beneficiosa para la salud de la población. Las fuentes de energía renovable tales como la fotovoltaica, la solar y la eólica, no presentan efectos adversos sobre la salud y deben ser consideradas como una opción, aunque los condicionantes económicos de su uso deben ser tenidos en cuenta para que puedan considerarse como alternativas válidas. Las decisiones tomadas a nivel municipal constituyen un elemento básico para frenar el cambio climático, ya que son los principales responsables de gestionar las políticas relacionadas con los sectores difusos (urbanismo, vivienda, tráfico urbano y residuos), los más difíciles de abordar a la hora de reducir emisiones de GEI. La Estrategia Española de Cambio Climático y Energía Limpia, promovida por el Ministerio de Medio Ambiente, trata de que España cumpla sus compromisos en materia de cambio climático y de impulso de las energías renovables. Ese dato nos hace ser optimistas respecto al futuro, porque ya ha habido cambios. No hay fijados límites de emisiones de CO2 a nivel mundial, pero sí los hay en la Unión Europea. España ya ha aprobado un Plan Nacional de Adaptación al Cambio climático en el que se analiza su impacto sobre el agua, las costas, la salud, el turismo, la agricultura y otros sectores. Además, más importante que fijar esos límites, es la concienciación de la ciudadanía sobre la realidad del cambio climático, porque es el público el que puede exigir a sus líderes que tomen medidas, como declaró recientemente Pachauri, Nobel de la Paz en 2007. Podemos parar el cambio climático. Al hacerlo, nuestra vida mejorará en calidad y cantidad y conseguiremos alcanzar la conciliación entre la economía y la ecología, el gran reto del siglo XXI. El cambio climático pone en peligro nuestro bienestar y nuestra supervivencia como especie humana, por lo que es preciso que situemos la salud pública en el centro de la agenda sobre el cambio climático, para ayudar a crear comunidades más saludables, sanas y justas. Solo la ignorancia y la inercia están retrasando un cambio bueno y necesario.