Casandra tiene razón

A CASANDRA le concedió Apolo el don de la profecía. Pero cuando la requirió de amores y Casandra, muy chica virtuosa, le dio calabazas, el dios reaccionó como reaccionan todos los diosecillos, cogió una rabieta de diosecete y, no pudo quitarle el don, pero le añadió la condición de que nadie la creería. Así que se pasó media vida advirtiéndole a todo el mundo que Troya caería, pero nadie le hacía caso. Nadie le hacía caso y a nadie le gusta hacer el papel de Casandra, es decir, augurar males que llegarán en los días venideros. Desde hace un año las Casandras que habitan en los gabinetes de estudios de las entidades financieras, como en el Banco Mundial, venían advirtiendo de un cambio de ciclo económico. Pero cuando estás tan a gusto en el campo, disfrutando de buenas viandas y una temperatura excelente, y se acerca el pastor a decirte que recojas, que va a llover, la primera reacción es pensar que el pastor está equivocado. Ahora está claro que Casandra tenía razón, y no ha empezado todavía la borrasca, pero el cielo se llena de nubarrones y nadie se atreve a predecir un anticiclón hasta, al menos, tres o cuatro años. Está bien que Zapatero, que hoy será investido como presidente, saque pecho, entre otras cosas para evitar que el poco dinero exterior que todavía no se han llevado nos lo dejen unos meses más, pero aparte de esa postura cara la galería convendría reconocer que es imposible tener menos ingresos y seguir llevando el mismo tren de vida. A no ser que nos endeudemos hasta las cejas, remedio que es peor que la enfermedad, porque la recuperación se alargaría. Las miradas están puestas, más que en Zapatero, en ese señor de aspecto aburrido llamado Solbes, que tendrá que conceder finalmente que las casandras tenían razón.