FRONTERIZOS
Capital humano
CREO QUE FUE Goethe el que puso en boca de uno de los personajes de Torquato Tasso aquello de que «de lo que uno es, son los otros quienes tienen la culpa». El Bierzo como territorio mítico, como espacio central de un Noroeste imaginado por los poetas más allá de la estricta cartografía política oficial, con fronteras marcadas por la niebla y el alma abierta de los que buscan otro valle más allá de este valle, es un lugar que le debe mucho a las miradas de esos otros, «culpables» de haber forjado una República en la que se habla en el portugués de Miguel Torga, en el gallego de Cunqueiro y en el castellano con acentos plurales de Pereira o de Mestre, que son idiomas que no necesitan estados protectores, ni teorías diferenciadoras, ni leyes de discriminación positiva, porque sólo los limpios de espíritu pueden conocerlos. Estos días en los que Ponferrada es la capital del mundo y la comarca secreta viaja por las «ondas bercianas» de la radio, van a coincidir por aquí algunos de los más conspicuos hacedores de esa República con los almendros de Suárez Roca como bandera. César Gavela abrió el jueves las Charlas del Centenario con una revisión sentimental de los cien años de una ciudad que se construyó como tal después de su Real declaración gracias al milagro negro de los cuentos neorrealistas. A partir de hoy, el IEB homenajeará a Ramón Carnicer, el gigante grande, sabio y bueno que dejó escritas las verdades que vio con precisión científica y pulso humanístico. Y presentará El Bierzo de Raúl , un libro en el que Guerra Garrido ha ido dibujando su patria, compuesta de tardes de verano en el río y besos con sabor a cereza. Ellos son una parte de la mejor cartera de valores de la que dispone el Bierzo: un capital humano que cotiza al alza en la bolsa de los territorios imaginados.