AQUÍ Y AHORA
El Gobierno más progresista
TODOS los pretextos son buenos para justificar las fechorías de la España retrógrada y de tintes oscuros, tirando a negros, aunque sea disimulando para que sus representantes no sean tildados directamente de reaccionarios. El Gobierno que pone ahora en marcha Zapatero es el más progresista de nuestra Historia, aunque la comparación con los Gobiernos de la República haga más complicado el aserto. Lo que afirmo, desde luego, es válido referido a la presente etapa democrática, que arranca en 1977. Todas las grandes causas actuales del progresismo están recogidas y debidamente atendidas tanto por la reestructuración político-administrativa del entramado institucional como por la calidad y el talante de las personas que figuran al frente de cada cometido concreto. La paridad da un salto gigantesco. La modernidad se adorna de símbolos activos por sí mismos, como es el caso de la ministra de Defensa, joven, mujer, catalana y embarazada. La lucha contra el cambio climático toma posiciones institucionales que la hacen más creíble. Lo mismo hay que decir de los retos sociales. Sin excluir algún posible desajuste, puede hablarse, con este nuevo Gobierno, de una auténtica revolución en el panorama de nuestra cultura histórica, todavía muy enraizada en la sociedad. Hay críticos que dejan bien claro que lo que quieren es que todo esto se estrelle, que la igualdad fracase, que la paridad descarrile, que las mujeres vuelvan a los fogones y que se restaure el orden tradicional. Muchos comentarios sobre Carme Chacón y su nueva tarea deberían figurar en el frontispicio de la crónica de la España caduca, cutre e irremisiblemente inculta y desvencijada. Lo que está sucediendo es una ruptura con el peor pasado y un saludo al mejor futuro. Eso no puede ser oscurecido con críticas superficiales o frívolas, ni siquiera por descalificaciones como las referidas al minitrasvase, aun en el caso de que fueran justas y acertadas. La derecha debería ser más inteligente y no caer en el enredo de los viejos y malolientes prejuicios que siempre la apartaron de la modernidad.