Diario de León
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ESTHER ESTEBAN
León

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MUJER embarazada. 38 años. Casada. Catalana. Socialista. Pacifista. «Verde por fuera y roja por dentro», según su propia definición pero sobre todo suficientemente preparada y políticamente sólida y solvente. Ese perfil ha chirriado a muchos simplemente porque en vez de convertirla en una ministra florero el presidente ha roto moldes nombrándola titular de Defensa. Sus detractores no le han dado ni un solo día de gracia con el argumento de que su trayectoria ha estado marcada por la peligrosa deriva del PSC hacia posiciones nacionalistas, por su defensa de Cataluña como nación o por su aceptación del nefasto pacto del Tinell. Con todo ello tendrán munición para rato los sectores más conservadores que la verán como la generala mandona o como la ministra chusquera, según como soplen los aires. A mí me ha gustado su elección y no porque el presidente haya roto moldes, haya querido mandar un mensaje de modernidad o porque la foto de la nueva ministra pasando revista a las tropas haya dado la vuelta al mundo. Me ha gustado la solemnidad con que vistió el cargo en los primeros momentos con ese ¡Viva a España! rotundo, pero sobre todo porque su trayectoria política la avala. He conocido a Carmen Chacón en todos los cargos que ha tenido hasta ahora y en ellos ha demostrado, no sólo una extraordinaria capacidad de trabajo, sino sobre todo una gran solvencia; nada me hace pensar que ahora no vaya a gestionar con acierto una cartera trascendental. Es verdad que deberá ganarse el respeto del estamento militar y de las fuerzas armadas pero eso lo han tenido que hacer todos los ministros que han pasado por esa cartera y la mayoría de ellos no tenían el menor conocimiento de los ejércitos. Lo de menos es el golpe mediático de Zapatero y lo demás la solvencia o no de las personas que ha elegido. A la ministra Chacón el valor se le supone pero, efectivamente, su gestión es una página en blanco y ya veremos si la escribe con renglones rectos o torcidos. El otro día en una tertulia radiofónica hice, sin ningún tipo de apasionamiento, una defensa genérica de dos de las mujeres más importantes del Gobierno: Teresa Fernández de la Vega y Carmen Chacón. ¡Para qué quise más! el director me acusó de defenderlas por el mero hecho de ser mujeres y me vino a reprochar que me instalaba en el discurso facilón de cuotas y la discriminación positiva porque yo era una mujer y «siempre hacéis lobby entre vosotras». Por mucho que intenté demostrarle con ejemplos -como mi valoración negativa de la reelegida ministra de Fomento o de las exministras de Sanidad o Medio Ambiente- que eso no era así, e insistí en que se trataba de hablar de mérito no de sexo, no hubo manera. La cosa no pasa de ser una anécdota sin importancia, pero deja claro que el camino hacia la igualdad es todavía largo y complicado.

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