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Publicado por
CARMEN BUSMAYOR
León

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ESTA pasada Semana Santa fue muy jordana. Mogollón de españoles nos dirigimos al sediento, sagrado y bello país hachemita, si no que se lo pregunten a Lidia, la madrileña experta en semíticas que en lo más alto de la inigualable y estremecedora Petra regenta un aireado o enjaimado quiosco . Gracias a ella, enamorada de un beduino que la tomó por esposa hace quince años, sabemos que los españoles hemos sido los turistas que más hemos acudido en tales fechas a la llamada imperiosa de esta conviviente tierra, algo de creer a pie juntillas, pues Laila, según le llaman allí los nativos, no miente. Sus ojos medianamente claros, sin relumbre de melancolía, lo confirman. Y es que la ciudad rosa, la capital de los nabateos, irremisiblemente atrae a todos los turistas. Hasta el mismísimo Sarkozy en los arranques de enero acudió a Petra bien abrazado con Carla Bruni, provocando con ello la apertura de muchos ojos como platos en este su primer paseo público o luna de miel prematrimonial con la rica italiana afincada en Francia desde bien pequeña. Tal vez el presidente galo deseaba parangonar la belleza de su entonces novia con la maravilla mundial de Petra. Pero ahí se equivocó, aunque no del todo. Pues seguro que él pretendía que relacionásemos a la cantante y ex modelo con la belleza de esta ciudad monumental. De ahí que la presentase en este marco incomparable, haciendo gala de la excepcionalidad. Pues mientras los demás humanos llegamos allí andando, en burro o en camello él lo hizo en coche. Mas como quiera que el coche no llega absolutamente para nadie a la zona alta de Petra, es decir, al Monasterio, porque hay que superar ochocientos aparatosos, resbaladizos escalones y debe hacerse a pie o en burro (se habla de poner un trenillo en el futuro) allí no llegó. Se quedó en la magnífica zona del Tesoro y sus igualmente simpar alrededores. Y a propósito de burros, pequeñitos y más bien famélicos son los que suben los 800 peldaños aludidos, qué buena lástima dan, ya que, en muchas ocasiones, pesa más el turista que a sus lomos va que el propio pollino, como sucedió con la china o japonesa que ante mis polvorientas pupilas «cabalgaba». Tanto era el esfuerzo del animal que delante de mis narices le fallaron los cuatro endebles remos y se fue al suelo con viajera incluida, la cual salió ilesa , por lo menos a simple vista, como también el borrico, qué cuántas rapideces y buenas mañas se dio el joven propietario del burro-taxi para levantar a ambos, no fuese que la cosa trascendiese mucho y el negocio se fuese al garete. Petra aparte, maravilla del mundo declarada no hace mucho, el Reino Hachemita de Jordania, de enorme riqueza arqueológica también en Jerash, se deja querer en profundidad. ¿Qué otra cosa sino ternura, simpatía , apego, amistad, conmiseración pueden arrancar al extranjero estos pobladores abrasados por un sol inclemente cuando desde su inseparable miseria le entregan una sonrisa permanente? ¿Qué estos niños, descalzos muchos, que se aproximan a ti con un «regalo» como abril en la mano? ¿Qué los sacrificados beduinos que a cualquier hora descorren el telón de sus jaimas para ofrecerte un té cargado de buenas intenciones? Y aunque los turistas, por lo común, solemos ir de curioseo, nunca está mal del todo, ni siquiera medianamente. Nuestros euros sirven. Hombre, no sé si tal vez para rebajar la altura de las aceras de Amman, que, la verdad, algunos casi tenemos que pegar un salto para subir a ellas, sin entender el porqué de tanta altura cuando ahí no se corre jamás el riesgo de inundaciones. También desconozco si valdrán para que no las interrumpan tan bruscamente. Vamos, que eso de un mundo sin barreras en la joven y sedienta Jordania, ni por asomo. Pero bueno, servirán, fijo, tanto o más que las botellas de agua del maltrecho Jordán -cuán emocionante contemplar a tres metros la bandera israelí- que de regreso nos acompaña; las mismas bolsas de sales y barro del Mar Muerto para la semanal mascarilla facial. Servirán. Desde luego, servirán. Es más, a este solar arábigo, desértico en un 83%, con un único puerto marítimo, el de Akaba, sin petróleo, con un par de minas de fosfatos, una fábrica de cremas del Mar Muerto y poco más, el turismo le viene de perlas. Así que a turistear se ha dicho. Por ellos, por estos hombres y mujeres que poco a poco se van desprendiendo del pañuelo y el burka sin ser objeto de crítica entre sus paisanos. Por estos hombres y mujeres que entierran a sus muertos con un simple sudario, del lado derecho y mirando a La Meca en el mismo cementerio que los cristianos. Por estos hombres y mujeres cuyos hijos van alcanzando la escuela con mochilas ocupadas de sueños. Por estos hombres y mujeres que a diario ven a sus monarcas Abdalá II y Rania como los elegidos y prosiguen. En definitiva, por estos hombres y mujeres entre tantos sinsabores vitales, que no por los otros, los que viven en la opulencia, en esos chalés y palacetes con agua para su disfrute en abundancia como los de la zona rica de Amman. Por ellos, los parias, los desheredados, vaya algo más que esta salutación: Elaaliqaa. Hadhan aufar; algo así como ¡Hasta pronto! ¡Suerte!

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