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Publicado por
MARÍA J. MUÑIZ
León

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EL CINISMO de los estados es ilimitado. Cosa que, no por nueva, deja de sorprender cuando no sólo se ejerce con total falta de sonrojo sino con la cabeza bien alta en su condición, creen, de justicieros del orden universal. Cómo si no entender la amenaza de boicot de los juegos olímpicos que se celebrarán, si los dioses o los demonios no lo impiden, en China. No seré yo quien defienda la organización de un sarao lúdico-festivo en un país-apisonadora de los derechos humanos. Pero a qué viene rasgarse las vestiduras y organizar concentraciones de velas y oraciones (budistas, a ser posible) a cuenta de la situación del Tibet, cuando casi por cualquier rincón de aquel país multimillonario en almas se pisotean esos derechos sin que se levanten más voces que las de las ONG¿s. Pero el caso es de cinismo supremo cuando la inmensa mayoría de los países que ahora claman al cielo contra la persecución de monjes y otros ciudadanos miran desde hace tiempo con ojos golositos el tierno mercado del país asiático. China es un bombón, aunque en su inmensa mayoría pobre de solemnidad. Tan pobre, y tan oprimido, que simplemente no cuenta. Pero con que unos pocos chinos hayan alcanzado un poder adquisitivo notable es suficiente: unos pocos entre 1.500 millones se convierten en un mercado tan apetecible como poco explotado. Poco importa que las niñas sigan siendo aniquiladas, las bodas amañadas, el hambre permitida, la pobreza alimentada o la justicia sustentada en la horca. Ningún país ha suspendido sus misiones comerciales con China en defensa de los derechos humanos. Misiones que a menudo parten de aquí al ladito. ¿Ha propuesto alguien retirar los intercambios o inversiones en señal de protesta? Pues menos lobos.

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