AQUÍ Y AHORA
¡Vaya charco!
LA LEGISLATURA comienza a apuntar maneras. El primer gran charco político es el del agua, que en la ciudad de Barcelona se ha convertido en problema de primer orden. Montilla ha tenido claro que «se resuelve o se resuelve» y, al final, como es lógico, se resuelve dejando el Segre para quedarse en el Ebro; o mejor dicho en el agua almacenada en Tarragona procedente del río más importante y caudaloso de España, que llegará a Barcelona a través de una tubería de ¡60 Km!. El Gobierno ha cumplido con su obligación. No es razonable que cinco millones de ciudadanos se vean abocados a no tener agua. ¿Es esto trasvase?. Aragón no lo tiene claro y si lo tiene lo disimula encargando un informe jurídico. Los regantes dicen que no les sobra agua y resulta que las obras necesarias no se pueden realizar porque ha comenzado la siembra de arroz y para colmo, según los expertos, algunos tramos de la tubería que va a ir por debajo de la A-6 necesitan de expropiación. ¿Cabe mayor incertidumbre?. ¿Es razonable tanta, al menos aparente, improvisación?. Ocurren, en el fondo, varias cosas. Primera, que a nuestro Gobierno de vez en cuando le gusta ponerse estupendo. «Trasvase nunca jamás», dicen y derogan parte de Plan Hidrológico Nacional sin alternativas inmediatas y eficaces porque, como se ve, las desaladoras ni están y sólo se esperan a unas pocas. Lo mismo en relación a la energía nuclear, aunque nos quedemos tan anchos comprándosela a Francia. Pero quizás más definitivo que esto sea el hecho, medieval y hortera, de que las cuencas tienen «dueños», de manera que Aragón tiene soberanía sobre el Ebro que ya soporta nada menos que ocho travases, uno de los cuales abastece al Gran Bilbao, Andalucía sobre el Guadalquivir y en el Estatuto de Castilla-La Mancha se indica que en el 2015 se acaba el trasvase del Jucar-Segura que de tantos malos ratos ha sacado al Levante español. Aun a riesgo de ser tachada de jacobina, pienso que todo lo que no sea establecer con claridad meridiana que el agua es un bien esencial y estratégico cuyo único titular es el Estado es abocarnos de manera permanente a chapotear en el charco del agua.