Diario de León

EL CORRO

Una renuncia estratégica

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PEDRO VICENTE
León

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EL SUCESOR de Ángel Villalba al frente de los socialistas de la Comunidad Autónoma no será otro leonés. Podía haberlo sido perfectamente si así lo hubiera querido el PSOE de León, que representa en torno al 40 por ciento de la militancia total de las nueve provincias. Pero los socialistas leoneses han renunciado a tal posibilidad, dejando vía libre a la candidatura del diputado segoviano Óscar López, un joven valor promocionado desde el aparato del partido en Ferraz. Al no entrar en liza León, la posibilidad de que López, a la sazón miembro de la Ejecutiva Federal, tenga competencia es nula, lo que le convierte ya de facto en el virtual sucesor de Villalba. La pregunta es: ¿A qué obedece el desinterés del PSOE de León en seguir liderando el partido en el conjunto de la Comunidad? La respuesta puede ser que dicha responsabilidad no les aporta ninguna ventaja: todo lo contrario, puede constituir una rémora. Es evidente que a los socialistas leoneses les va de maravilla con Zapatero. Y no lo digo por el ramillete de notables catapultados por el compañero «Papes» a altos cargos de la Administración central y de sus empresas públicas, nómina que están a punto de engrosar Miguel Martínez y el propio Villalba. Me refiero a que su avance electoral desde entonces ha sido imparable, con victorias sobre el PP tanto en las generales (2004 y 2008) como en las autonómicas (2007), junto a la reconquista de la Alcaldía de la capital en las últimas municipales. Sólo les falta recuperar la Diputación, algo que puede caer como fruta madura en el 2011. Aparte del declive y agotamiento del PP leonés, sabido es que ese avance electoral se ha producido fundamentalmente a costa del antiguo electorado leonesista, objeto de una espectacular fagocitación política sustentada en el «efecto Zapatero». En esa estrategia, al PSOE de León no le interesa mantener la responsabilidad del partido en la Comunidad. El pacto de gobierno con la UPL en el ayuntamiento devino en un giro marcadamente leonesista, cuyos impulsores lo tienen muy claro. «Es mejor que el nuevo secretario regional sea castellano, a poder ser de Valladolid, para así poder desmarcarnos mejor de él cuando nos convenga», expresó a raíz de aquel pacto un portavoz de esa corriente. Esa colisión de intereses se visualizó luego con ocasión de la reforma del Estatuto de Autonomía, cuando, a instancias del Ayuntamiento, el entonces diputado Agustín Turiel intentó presentar una serie de enmiendas de signo leonesista que se daban de bruces con el texto consensuado por Ángel Villalba en Valladolid. En definitiva, los socialistas leoneses quieren reforzar su autonomía y, aunque pueda resultar paradójico, eso pasa por renunciar a la sucesión de Villalba. Su propósito se cumple, si bien con una salvedad: El sucesor no es vallisoletano y va a contar con el absoluto respaldo de Ferraz. En medio de todo ello, y más allá de estrategias internas de uno u otro partido, se constata el creciente desencuentro político entre León y Valladolid. La turbulencia aeroportuaria sólo ha sido el reflejo de la dura pugna que se disponen a librar las dos provincias en busca del mismo objetivo: erigirse en el centro neurálgico del Noroeste de España.

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