En un dos por tres

DOS de cada tres españoles, incluidos los que no quieren serlo pero contestan a las encuestas, creen que el presidente Zapatero no dijo la verdad sobre la crisis durante su campaña electoral. Dos de cada tres es un porcentaje muy alto, sobre todo si se tiene en cuenta que en uno de los más famosos tríos de los últimos tiempos, el de los hermanos Marx, uno de ellos era mudo. Se confirma eso de que Dios nos ha dado el divino don de la palabra para poder ocultar nuestros pensamientos y no hay mejor forma de ocultación que no decir esta boca es mía, incluso cuando se pronuncia un mitin. ¿Por qué Zapatero no dijo la verdad sobre la crisis que él sabía que iba a venir? Dicho en su defensa, no creo que fuese por su acreditada adhesión a la mentira, sino por no desmerecer de los otros oradores políticos. ¿Quién no engaña cuando promete mejores tiempos gracias a su intercesión? Los líderes debieran ser como aquel enamorado que jamás le dijo a su amada que él no era digno de ella: prefirió que lo fuera comprobando con el tiempo. Una tercera parte de los españoles, según las estadísticas, que sólo falsean la verdad hasta cierto punto, creen que fueron engañados. Entre ellos quizá haya que descontar a los que se llamaron a engaño y, como tenían muy buen oído, oyeron la llamada a pesar del barullo de decibelios que se produce en los mítines. ¿Por qué se quejan ahora? Se conoce que la esperanza sigue ganándole la partida a la experiencia. Nadie recluta votos prometiendo dificultades económicas. Vaticinar una época sombría puede otorgarle a alguien fama de adivino, pero no arrastra seguidores. ¿Para qué decir la verdad? Mi paisana María Zambrano decía que la verdad es imposible: o es horrible o es inefable.