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Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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HAY que congratularse por dos cosas: la primera porque haya en nuestro país alguien que no lo vea todo negro y, la segunda, porque ese sea precisamente el que preside el Gobierno. Zapatero confía en que sus compatriotas seamos capaces de superar el bache económico en mucha mayor medida en la que los españoles confiamos en que él será capaz de sacarnos de él, pero es confortador ver a alguien ecuánime y sereno, diferenciando semánticamente la palabra crisis de la palabra desaceleración. La verdad es que no hay sinónimos. Si dos vocablos fueran idénticos no se habría inventado el otro y una cosa es crecer menos y otra menguar dentro del avance. Muchos enanos son fieles a esa teoría y, además, como dice el gran Monterroso, tienen un gran instinto para reconocerse a distancia: en cuanto ven a otro enano, aunque sea a distancia, saben que es uno de los suyos. Hay que darnos moral, ya que no pueden ofrecernos resultados, y el presidente nos ha asegurado que va a empezar a bajar la inflación. Nos conviene creerlo, aunque no sea por otra razón que instalarse en el pesimismo es muy incómodo: no sólo duelen los riñones sino el corazón. Shakespeare, que ponía bien los adjetivos, llamó «engañosa» a la esperanza, pero no pudo convencernos suficientemente de cómo se puede vivir sin ella. Por eso hizo con preferencia tragedias y no se dedicó al sainete. No debemos criticar al presidente por no creer que la luz que se divisa al final del túnel es la de otro tren que viene en dirección contraria. Sus detractores dicen que tiene pocas luces, pero al menos ve una luz dispuesta a iluminar tiempos mejores. Vislumbra un «pequeño repunte» del paro y ve «moderadamente posible» algunos pactos necesarios. Todo va a ir a mejor. Faltan apenas 59 segundos.