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Publicado por
ESTHER ESTEBAN
León

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EN UNA ocasión Eduardo Zaplana -recién estrenado como ministro de Trabajo- se reunió a comer con un grupo de mujeres periodistas. Nosotras, halagamos su vanidad comentándole que -en los pasillos del Congreso- se le consideraba como uno de los políticos más sexis del momento y nos interesamos por su «secreto» para mantenerse en forma y aparecer siempre perfectamente bronceado e impecablemente vestido. Por él supimos que existía en nuestro país un eminente endocrino que utilizaba un novedoso sistema para determinar, mediante un simple análisis de sangre, qué alimentos engordaban y cuales te permitían saciar tu apetito sin que el hecho de subirte a la bascula fuera motivo de infarto. Nada hacía prever entonces que el hombre que figuraba entre los mejores valorados del Ejecutivo en todas las encuestas se convertiría, tiempo después, en la representación del ala más dura del partido y su trayectoria estaría definitivamente marcada por la nefasta gestión del gobierno en el fatídico 11-M. Estos días he recordado aquel almuerzo sobre todo al saber que César Alierta le ha fichado como uno de sus ejecutivos de alto standing. Algunos políticos han criticado el «fichaje» argumentado su inexperiencia en el mundo de las telecomunicaciones, incluso han colocado una sombra de sospecha sobre la relación entre la política y las empresas publicas privatizadas, como dijo Llamazares. El propio Alfonso Guerra puso a Zaplana como el ejemplo de que «los conservadores han utilizado la política para ganar estatus y escoger después el camino para ganar dinero». Supongo que el socialista al hacer esa reflexión ha olvidado, curiosamente, que algunos ilustres compañeros suyos como el exsecretario de las juventudes socialistas Javier de Paz o el ex vicepresidente del Gobierno Nacís Serra, se encuentran también entre los altos cargos de la compañía. Pero más allá del olvido intencionado, lo que si es cierto es que la política es una excelente plataforma para las relaciones públicas a alto nivel y el perfil de Zaplana -independientemente de las luces y las sombras que haya podido tener en la administración- es el ideal para acceder a los despachos del poder europeo que, a fin de cuentas, es lo que tendrá que hacer en su nueva responsabilidad como Delegado para Europa de su empresa. Ahora la incógnita está en saber si su retirada es definitiva o puntual, si deja el barco del PP en plena tormenta por temor a que se hunda o, llegado el caso, estaría dispuesto a reflotarle cuando pase la tempestad y se evalúen los daños. Mi apuesta es que su regreso es muy complicado y además en esto de la política quien no está no existe. Nuestra memoria -la histórica y la diaria- es demasiado frágil y él lo sabe bien. Si se le olvida que mire a su tierra natal. De los errores... se aprende.