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Publicado por
MARÍA J. MUÑIZ
León

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NO ES LO MISMO perder que no ganar tanto. Ni es lo mismo un ajuste a la realidad que el desplome de un sector. Por más que al sector le escueza o que la ralentización, recesión o crisis se lleve a algunos por delante. Con la construcción pasa hoy como con la banca en su tiempo. Sonaban grandes lamentos: la banca deja de ganar tantos mil millones de las entonces pesetas. Es decir, en vez de ganar chorrocientos mil, los beneficios eran de chorrocientitos mil. Que no dejaban de ser muchos muchos millones. Ahora la vivienda es el blanco de este tambaleo, que según los expertos (siempre aparentemente seguros, aunque en los adentros a algunos no les llega la camisa al cuerpo) no deja de ser una pasajera «crisis de confianza». Que ha llevado, eso sí, a poner los cuartos a mejor recaudo. Es verdad: se inician menos pisos, tardan más en venderse, las obras se hacen más despacio para dar tiempo a los indecisos y los promotores tienen los intereses bancarios al cuello por los solares comprados ya a precio de oro, con la esperanza de multiplicar las ganancias. Hay alarma, y sobre todo el sector trata de ponerse la tirita antes de tener la herida abierta. Pero las cifras no engañan. Esto no puede ser crisis si las cifras de empleo, viviendas en marcha y ventas son las mismas que hace dos años, por ejemplo. Si entonces estábamos en pleno éxtasis inmobiliario, ahora no podemos estar en el infierno del ladrillo. ¿Que todo puede ir a peor? Puede. Sin embargo, una cosa es tomar medidas y otra sucumbir a la histeria. Se siguen vendiendo pisos. Y los precios suben, aunque menos que antes claro. Y si se estancan, lo hacen en niveles astronómicos. Tener menos beneficios no es entrar en pérdidas. Vamos a ser serios.