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Publicado por
MARGARITA TORRES
León

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ASÍ resumía su visión de la sociedad actual Luisa Álvarez de Toledo, duquesa de Medina Sidonia, marquesa de Villafranca del Bierzo y varios títulos más, aunque el favorito de la aristócrata era el de «duquesa roja» que le colocaron en tiempos de Franco por su abierta oposición al régimen, que, incluso, le conllevó penas de prisión siendo quien era. En su última entrevista concedida antes de morir se explayaba a gusto: que si se han destruido la sociedad y el sentido crítico, que si España se ha enviciado y denigrado. En fin, que no deja títere con cabeza la descendiente de Alonso Pérez de Guzmán «El Bueno». Y no le falta su aquel de razón, vistos los últimos acontecimientos, aunque el problema, más que hispano, es ya europeo. No falta semana en la que no nos azoren con la desaparición de un menor, la muerte de una mujer a manos del verdugo al que llamaba pareja, o la tortura de un cuarto de siglo de una muchacha por un padre violador que los mantuvo recluidos, a ella y a sus hijos-nietos, en un sótano so amenaza de gasearlos si intentaban escapar. Estos temas sociales, que atentan contra el sector más débil de la población, nos afectan a todos y no dejan insensible a casi ninguno. Nada extraña que los padres de la pequeña Mari Luz recorran los platós y las calles del país buscando apoyos y firmas para que los monstruos que sólo se sienten hombres abusando de los niños, los pederastas, cumplan penas de cadena perpetua. Sumemos a esta desazón la impotencia que a veces sienten los cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado cuando esos mismos tarados acaban en la calle antes de que a ellos les dé tiempo a gustar un café. Añadamos, en fin, el miedo intenso que cada vez sentimos más españoles cuando nuestros hijos regresan un poco más tarde que de costumbre, o un familiar amenazado no responde a una llamada a tiempo. Parte de este problema de inseguridad lo solventaron los norteamericanos con un sistema coordinado de búsqueda al que denominaron Alerta Amber, llamado así por la niña Amber Hagerman, secuestrada y asesinada en 1996. Se basa en la rapidez del traslado de la noticia de la desaparición de un menor por todos los medios: prensa, policía, incluso vía SMS. Con una buena descripción del pequeño, los rasgos esbozados del secuestrador y algunos datos rápidos más, resulta inmediato el comienzo de la búsqueda, lo que facilita el éxito, pues está demostrado por fatales estadísticas que las 72 horas iniciales resultan claves en la resolución de un caso. Este sistema, eficaz, debería coordinarse por todos los países miembros de la Unión Europea, para que casos como el de Yeremi, Sara, Mari Luz o Madeleine no vuelvan a deshacerse en el tiempo. Ojalá que algún día cercano los padres de las víctimas dejen de convertirse en sospechosos potenciales, los asesinos y pederastas en pobres víctimas a las que tutelar, para que todos los ciudadanos volvamos a sentirnos seguros y dejemos de ver en los telediarios la jeta de esos hijos de cien padres que portan en su infierno vital el último estertor de un niño inocente para causarse placer. Hasta entonces, parafraseando a Luisa Medina Sidonia, qué asco de sociedad.