EL RINCÓN
Así es, si así os parece
NO HAY nada que más pueda agradar a los lectores de un columnista veterano que el anuncio de su retirada. «Quien escribe se proscribe» afirma una vie ja sentencia periodística. ¿Cómo dar gusto a todos? Eso es casi tan difícil como no darle gusto a nadie. En mi modesta experiencia, que es bastante larga, he comprobado que quienes tienen la caridad de escribirme cartas, en un noventa por ciento, no juzgan el artículo que han leído por su oportunidad, ni por su respeto a la sintaxis. La mayoría de los lectores que me hacen el honor de enviarme una misiva a lo que aspiran es a que mi criterio sea acorde con el suyo. Lo de menos es que haya en él un posible adjetivo apropiado o algo que pueda suscitar su curiosidad. Lo que valoran es la coincidencia de pareceres. Gran número de esas cartas empiezan del mismo modo: «yo, que a menudo estoy de acuerdo con sus opiniones, discrepo absolutamente de lo que expone en su artículo del día tal...» . Si Su Santidad el Papa ha pasado como de puntillas sobre el problema de los curas cacorros yanquis, se estima como un ataque a la Iglesia cualquier comentario. No digamos si elude cualquier comentario al hecho de que EE.UU., al mismo tiempo está agilizando las ejecuciones tras avalar la inyección letal y autorizar el ajusticiamiento de tres asesinos de Alabama, Texas y Missisippi. Si uno insinúa que le hubiera gustado más conocer a San Francisco de Asís que a monseñor Rouco,, aunque no se atreva a decir que también sospecha que a San Francisco también le hubiera gustado más conocerme a mí que a monseñor Rouco, se le atribuye una animadversión de proporciones más exageradas que las reales. Las mías sólo se basan en su progresivo alejamiento de Cristo. El paso enlutado de Jesús de Nazaret a Jesusito de mi vida.