Un hombre justo

HA MUERTO Luis Fernando Roa, hijo del alcalde Roa de la Vega. Entre otros importantes destinos ejerció de magistrado del Tribunal Superior de Justicia, en Madrid, y en sus comienzos como juez en La Vecilla, La Bañeza y después en nuestra capital; durante muchos años presidió la Casa de León madrileña y ha dejado una prole de abogados, jueces, notarios y registradores de la propiedad, con la que me une parentesco y sentimientos. Hablé mucho con él de política y periodismo. Fue un hombre ejemplar, cuya formación jurídica le impedía cualquier exceso ideológico, pues se regía por el deseo de ser ecuánime. Diseccionaba los temas sobre los que se pronunciaba, con su bisturí dialéctico de anhelo de verdad. Escuchaba siempre las razones del otro, pues las propias ya se las sabía. Dicho deseo de ecuanimidad no era sólo la impronta profesional de quien ha pasado la vida dictando sentencias o reflexionando sobre leyes; en su caso, provenía también de las convicciones religiosas. Su conservadurismo era compatible con un sentido liberal del respeto, e incompatible con lo meramente reaccionario. Transmitía esa sensación de plenitud reservada a quienes han sido felices trabajando, quizá por ser consciente de que el testigo había quedado en las buenas manos de sus hijos. Intentar ser justo es un gran reto, si se consigue todo lo demás llega por añadidura; él lo intentó y lo logró. Vivió entregado al Derecho como estilo de conducta, pues lo concebía como un todo. Recuerdo que en nuestra última charla me ponderó al padre de Rodríguez Zapatero como uno de los mejores abogados de León. Hay una gran generación española, la suya, que ya no puede seguir siendo explicada sólo bajo el esquema de franquistas o antifranquistas. Un hombre justo y bueno. Descanse en paz.