Bicis para todo el año

APRENDÍ tarde a andar en bicicleta, debía tener unos diez años, pero cuando lo hice no me bajé del sillín en unos cuantos años. Incluso rivalizaba con mi primo Pepito en subir la carretera de Asturias sin levantarme del sillín, entrenando para una supuesta carrera hasta La Copona y que nunca hicimos. Vamos, que la bicicleta me gusta, me encanta, para andar o pasear y también el ciclismo. No podía ser de otra manera como digna hija de mi padre, que hasta los 90 años la utilizó. Con estos precedentes ¡cómo voy a ser contraria a su uso! Ya podía ser León como una ciudad holandesa o china en las que es el primer vehículo. Pero, no nos engañemos. León es León y sus calles no están preparadas para las bicicletas, porque los coches son los dueños. De las aceras no podemos hablar, porque casi todas (con muy pocas excepciones) son insuficientes para los peatones por su estrechez, y además tienen demasiados obstáculos como para que las bicis convivan con los peatones en armonía. ¿Y los carriles bici? No dejan de ser buenas intenciones pero irrealizables, por las mismas razones antes dichas de que calzada y acera son insuficientes como para mermarlas en un metro como mínimo, que es lo imprescindible para un carril bici. ¿Qué pasa con el sistema municipal de préstamo de bicicletas? Para dar un paseo y pasar el rato no están mal, pero no pueden llegar a satisfacer ninguna necesidad porque la realidad de la calle se impone. Y aunque alguien pudiera coger una en la Junta y trasladarse hasta Papalaguinda, poco más podría hacer, y eso sorteando peatones. Las intenciones son buenas, pero las bicicletas, y más en León, no son sólo para el verano sino también para ciudades amplias y León no lo es, mal que nos pese.