EN EL FILO
Viejos, menos jóvenes y pocos hijos
EN LA España de hoy un matrimonio se rompe cada tres minutos. En los últimos cinco años, el divorcio ha incrementado en algo más de un 45 por ciento. En Europa, la ruptura es cada 33 segundos. Vemos duplicado el número de hogares de una sola persona. Por otra parte, existen 232.863 familias recompuestas. Cada día la ruptura afecta a 408 matrimonios: para 2010, las proyecciones prevén una ruptura por cada boda. La reforma de 2004 -el «divorcio express»- acelera el trámite y rebaja costes. En 2006 las rupturas alcanzan un total de 155.000. En todo caso, España es el país europeo donde la duración del matrimonio es mayor. Vale la pena adentrarse en el volumen La sociedad de Salustiano del Campo y José Félix Tezanos para conocer mejor el horizonte social de España. La incidencia del divorcio en la familia con hijos preocupa a los españoles. Un 35 por ciento cree que la pareja debe seguir unida cuando hay hijos. En 2006, la desestructuración de la familia afectó a 117.000 hijos. Hay muchas más familias monoparentales. La tasa total por fecundidad, en 2006, fue de 1,37. Es decir: se tienen menos hijos y nacen más tarde. Como colectivo, los jóvenes bajan en proporción mientras aumenta la de personas mayores. Las consecuencias para el sistema de pensiones serán graves, con el aumento previsible de la población inmigrante envejecida. El número de abortos voluntarios pasó de 44.962 en 1992 a 91.664 en 2005. Se supone que va en aumento. Seis de cada diez mujeres que deciden abortar son solteras. A partir de la transición democrática y hasta los años ochenta, la juventud tiene una presencia masiva en la sociedad española hasta entrar en recesión a mediados de los noventa. La secularización de la juventud es casi de signo radical, en busca de un sistema de valores que oscila entre las formas de religiosidad interior y el presentismo. Iniciada a partir de los sesenta, la alta presencia de las mujeres en la población activa es una de las transformaciones más notables de la España de hoy. Vivimos más años y tenemos menos hijos: como toda Europa, España envejece. Baja fecundidad significa elevado saldo migratorio. En 2006 éramos el segundo país en recepción de inmigrantes. Los datos de 2007 dan un total de 4.482.568 extranjeros empadronados. El incremento respecto al 2001 es de 227 por ciento. Los cálculos son que en el año 2025 el total de población inmigrada superará los ocho millones, un 16 por ciento del total de la población. Hablamos de cinco millones de inmigrantes que, salvo políticas rigurosas y restrictivas, aún han de completar su reagrupamiento familiar. Para el país receptor, las mayores tasas de delincuencia por inmigración -mayor población reclusa, en un aumento de 236,7 por ciento- introducen un elemento de intranquilidad y recelo. Una desaceleración económica con paro en aumento tendría un efecto de saturación de los mercados laborales -en construcción y servicios, básicamente- que por fuerza incide en el nivel de conflictividad social. Las reacciones de rechazo y exclusión comienzan por aquellas zonas en las que está superado el umbral de receptividad y asimilación. Una sociedad adherida a los hábitos del consumo con tanta celeridad -entre 2000 y 2006, el número de tarjetas de crédito pasa de 16 millones a 38,5- padecerá una desaceleración de forma llamativa. Según este diagnóstico, el milagro de la transición española hoy está amenazado, por falta de estrategia, de nuevo víctima de las dudas sobre su identidad y su futuro.