Diario de León

TRIBUNA

Leonesidad, sentir lo leonés Luto en la Casa de León en Madrid

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MÁXIMO SOTO CALVO CÁNDIDO ALONSO HIDALGO
León

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CREO ENTENDER que el señor Álvarez Sacristán alude a un supuesto «moderno leonesismo», para referirse al leonesismo político ejercido por UPL. Para situarme claramente, añadiré que esta entradilla vale para componer más un alegato que una réplica a su Tribuna: ¿Leonesismo o Leonesidad?, (Diario de León 11 de abril 2008). No obstante, dejo a su arbitrio entender o tomar, validamente, estas líneas en cualquiera de los dos sentidos. Al leer que «el señor Soto», le había dedicado ciertas alabanzas, merecidas supongo, y que por desconocerlas no puedo entrar a valorar, en principio me sorprendió, derivando en una mesurada reacción provocativa, por el tema tratado, a pesar de saber «de buena mano» que las loas no son mías. Repasado en su totalidad el artículo, sostengo la percepción de que se recrea en mostrar un atragantamiento especial de la formación política Unión del Pueblo Leonés, además de una estudiada o, tal vez mejor, estudiosa antipatía hacia los nacionalismos. No voy a ser yo quien tenga que montar aquí una supu esta réplica en defensa de UPL; formación política, a la que sí conozco, no en balde ayudé humildemente en su progreso; si bien en la actualidad estoy desvinculado de ella por discrepar en cuanto a sus actuaciones, unas por omisión, las más; y otras de desarrollo político que no compartía. Con todo y con eso, proclamo que, una formación política leonesista, sigue siendo imprescindible, aunque elementalmente sea por presencia en el discurrir autonómico, establecido a forciori , para los leoneses Esta última razón, estuvo en el rechazo del ente pereautonómico. Motivo de oposición popular leonesa, ante la negativa política de permitir elegir destino autonómico al Pueblo Leonés, fuera del perseguido amancebamiento con lo que quedaba de «los castellanos viejos». Se nos negaba ese derecho constitucional. De ahí a que había que acompañar y fortalecer desde el rol político el movimiento vindicativo popular leonés, un paso. Y se dio. Observo que no cita abiertamente al pueblo leonés, ignoro las causas y en cierto modo me sorprende. Tanto como me puede confundir lo de: «los denominados leonesistas se asienta como partido o como «movimiento cultural». Para situar posiciones, a la hora de proponer al lector de Diario de León, una versión distinta en cuanto a leonesismo, equiparable a leonesidad, en la medida que ésta se muestre como aptitud afectiva de lo leonés, fruto de nuestro entendimiento, es momento ya de afirmar que, siendo leonesista, participo abiertamente en el movimiento asociativo cultural leonés. Pero no en ése, el que he leído inexplicablemente entrecomillado con un cierto regusto de minoración. Siempre he entendido el leonesismo como un sentimiento, difícil de definir, por más que lo pueda considerar fácil de vivir. Un estado de conciencia objetibable por la actuación o el comportamiento individual, o colectivo -en cuyo caso hablaríamos del leonesismo compartido o social- , que nos empuja a sentirnos orgullosamente herederos de un legado histórico-cultural que nos identifica. He ahí una sencilla forma de presentar una afectividad tan especial de los leoneses, que ha permanecido vigilante, cual sempiterna llama de amor a nuestra tierra, a la cultura que en ella se ha generado, y que ha contribuido a conformarnos como pueblo Cada persona es, en su unicidad, la base y fundamento del entramado social, la llamada sociedad, y ésta, un sistema que condiciona y encauza, operante sobre las individualidades. Si, en nuestro caso, en mayor o menor número y medida aportamos el sentimiento antedicho, lógicamente podremos hablar de un leonesismo social, que no siendo la suma de lo sentido por cada miembro, si es la expresión común de lo compartido: el sentimiento leonesista. De ese leonesismo social, con motivo del proceso autonómico en el que nos hemos visto inmersos, surgieron formaciones dispuestas a moverse en el entramado político. Ejemplo: UPL. Su ejecutoria posterior requiere otro espacio. A los leoneses siempre nos ha «adornado» un entremetimiento peligroso, una inexpresividad de los propios sentimientos leoneses, los que confluyen en una condición común, recelosamente oculta: la leonesidad. Cualidad que, desde el momento preautonómico, se nos iba a demandar exhibir sin solución de continuidad para la defensa de lo propiamente leonés. Me temo que no hayamos sabido mostrarla, sin recelos, ni en la medida ni en las formas que, las circunstancias del daño autonómico que nos inferirían desde el ente autónomo, requerían. Para finalizar: La leonesidad, siendo un sentimiento, se intuye en los demás y se lleva en el propio ánimo. ACABAMOS de enterrar a Luis Fernando Roa Rico, magistrado y presidente de honor de la Casa de León. A nosotros, sus amigos, sus compañeros de tantas andanzas leonesas y humanas, el golpe nos hace tan triste el sentir que nos ahoga el dolorido pensar. Se nos arremolinan las sensaciones, los recuerdos, las emociones con él vividas -sobre todo en la Casa- a través de los años, sin dejarnos casi capacidad para ordenarlos. Hombre bueno y justo, esposo, padre y abuelo ejemplar, que hizo de la amistad no sólo un culto, sino un verdadero estado de alma que vertía su bondad hacia los demás, más aún que en un derroche de hacer favores en un deseo ferviente de que alguien se los pidiera. Llegó en ello al ápice, al derramar sin límites su alma sobre el León de sus amores. En su carrera de magistrado ejerció como juez de primera instancia en Murias de Paredes, La Vecilla y Riaño y como juez de ascenso, durante diez años, en La Bañeza. Como magistrado del Trabajo, se ocupó de la constitución de la Magistratura del Trabajo núm. 2 de León, donde ejerció cuatro años, pasando posteriormente al núm. 1 y al decanato. En León también fue presidente de la Asociación de Antiguos Alumnos Agustinianos y fundador y primer presidente de la Asociación de Padres de Familia de las Carmelitas de la Caridad. En 1975 fue nombrado presidente de la Fundación Alvarez de la Puerta, de Caboalles de Abajo, cargo que ha mantenido hasta ahora. En 1980 crea la Fundación Roa-Rico, que integra a todos los descendientes de sus padres, es decir la muy conocida saga de don Francisco Roa de la Vega, que fue alcalde de León, y doña Marcelina Rico, siendo el primer presidente. En 1976 pasa a Madrid como magistrado del Tribunal Central de Trabajo, en el que permanece hasta su jubilación. Ya en la capital de España y de la mano de su querido amigo, también magistrado, don Luis Alonso Luengo, llega a la Casa de León, donde vuelca su amor a la tierra natal de forma efectiva y a la que dedicó durante años lo mejor de su saber hacer, primero como presidente de la Junta Directiva que dio paso a una inevitable renovación generacional. Posteriormente presidió el Consejo Superior de la mencionada Casa, en cuyo cargo y a iniciativa suya yo mismo le sustituí. La Casa de León se viste de luto por su muerte y sus innumerables amigos reiteramos a su esposa, Milines, a sus seis hijos y a sus veintisiete nietos que un crespón emocionado envuelve nuestro dolorido corazón. Como él deseaba, acogió su cuerpo la tierra leonesa. Su alma ya habrá sido recibida en ese cielo que supo ganarse con la veneración que tenía de la Virgen en las advocaciones del Camino y del Buen Consejo (una vidriera con esta efigie, obra del artista Luis García Zurdo, preside su casa y es copia de la que, bajo su presidencia, la Asociación de los Antiguos Alumnos Agustinianos ofreció al Colegio). Era amante de la cultura y del saber, especialmente de la historia, y amante igualmente del deporte, en particular del tenis, que practicó desde su juventud. Su espíritu seguirá aquí, en la Casa de León, y entre sus amigos por siempre. Adiós, amigo. Descansa en paz.

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