Diario de León
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MIGUEL A. VARELA
León

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PODÉIS EXPULSAR por la puerta los prejuicios; éstos volverán a entrar por la ventana, dicen que dijo el rey ilustrado y masón Federico II de Prusia. La directora teatral Amelia Ochandiano, que estos días estrena en Madrid El caso de la mujer asesinadita, de Mihura, ha reconocido que ella, como muchos compañeros de su generación, no veía con buenos ojos a este autor al identificarle «con el teatro franquista de los años sesenta y setenta». Un tópico al que contribuyó la crítica de izquierdas, que no perdonó a Don Miguel haberse vendido a lo que genérica y equivocadamente se denomina «teatro comercial» y abandonar la vía inicial de esa obra maestra sobre la desolación humana que es Tres sombreros de copa . La relectura de su obra ha permitido a Ochandiano llevarse «la agradable sorpresa de descubrir que Mihura es uno de los mejores autores españoles del siglo XX al que había que reivindicar». El peso del tópico y del prejuicio ha impedido que autores como éste, o como Jardiel o el mismo Arniches, sean abandonados en la cuneta del «teatro burgués». Del prejuicio se cae rápidamente en el sectarismo, que es la suma de prejuicio y mala leche aplicada científicamente hasta llegar a la discriminación. Como el de necios, el número de sectarios es relativamente proporcional a la infinitud del Universo y se distribuye ordenadamente entre la derecha y la izquierda sin exclusividades, siendo capaces de decidir que un determinado sujeto no es digno de realizar cualquier tarea, no por su capacidad para la misma sino por su ideología, su pensamiento o por haber elegido libremente firmar un manifiesto con el que, por supuesto, el sectario que juzga no está de acuerdo. Y después, como en el caso de Mihura, alguien tiene la valentía de romper el precinto del prejuicio y se lleva una sorpresa.

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