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Ponferrada

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MUJER. Saharaui. Topógrafa. Cinco años después de su regreso al Bierzo desde los campos de ref ugiados de Tinduf, donde su familia la retenía contra su voluntad, la joven Aicha Embarek Al-lal ha cumplido el sueño que interrumpió su estancia forzosa en el desierto desde el verano del 2001 al verano del 2003 y por fin ha concluido sus estudios universitarios en el campus de Ponferrada. Aicha que quería estudiar Industrias Agroalimentarias, cambió de idea a su vuelta y hoy es una de los cuatro topógrafos titulados en la primera promoción formada en el Bierzo. La joven de 25 años ha escogido una carrera donde las empresas se pelean para llevarse a los alumnos antes incluso de que acaben sus estudios y quince días después de graduarse encontraba trabajo en una firma leonesa que construye potabilizadoras, desaladoras y depuradoras. Y sigue soñando. En un futuro que espera no sea muy lejano, Aicha sueña con crear su propia empresa y regresar a un Sáhara libre de la tutela de Marruecos para desalar el mar y mejorar el suministro de agua de su pueblo, refugiado desde hace 33 años en el desierto argelino donde ella misma nació en la década de los ochenta. Su odisea, porque no tiene otro nombre el tiempo que pasó retenida, ha merecido un libro y ha llenado páginas de prensa y espacios de radio. Su intento de fuga disfrazada de hombre hasta Mauritania para tratar de regresar a España, la movilización de la familia de El Espino (Vega de Espinareda) que la había acogido desde los 12 años, de sus compañeros de instituto en Fabero y del campus de Ponferrada, y las gestiones y presiones diplomáticas ante el Frente Polisario para que su familia la dejara volver, y que llegaron a involucrar al mismo Senado, hicieron popular su rostro y su nombre. Aicha es hoy una mujer feliz y casi anónima. Sonríe. Muestra con orgullo la orla de la primera promoción de la Escuela de Topografía con su foto sabiendo lo excepcional de su caso. Mujer. Saharaui. Topógrafa. Aicha no quiere ser un símbolo. Pero no puede evitar ser una excepción porque la mujer sigue sin tener los mismos derechos que los hombres en las sociedades árabes. Pasan de la tutela del padre a la tutela del marido. Y no son libres de divorciarse. Eso es así, incluso en la más avanzada República Árabe Saharaui que estos días lucha por obtener su reconocimiento diplomático, le duela a quien le duela leerlo. Muchos de quienes apoyan la causa justa del pueblo saharaui, abandonado a su suerte por una España cobarde en el año 1975, y de quienes llevan años haciendo campaña a favor de los refugiados, trayendo a niños y niñas desde el desierto argelino para que pasen los veranos en sus casas, miraron para otro lado cuando el sufrimiento de Aicha trascendió a los medios de comunicación y conmovió a algunos de nuestros políticos. Menuda patata caliente. Quienes han participado en el último Festival de Cine del Sáhara como Javier Bardem promueven ahora una recogida de firmas para que España reconozca el estatus diplomático del Frente Polisario. Yo animo a firmar. No volvamos a abandonar al pueblo saharaui. Pero acordémonos también de sus mujeres.