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TRIBUNA

Zapatero, Pizarro y la economía que viene

Publicado por
PEDRO RABANILLO MARTÍN
León

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SUPERADA la resaca electoral puesta en marcha la legislatura 2008-2012, asistimos expectantes al borde del pesimismo, al clima tormentoso que se avecina en el mundo de la economía. Después de haber disfrutado en la última década de un bienestar generalizado, si exceptuamos el extraño desempleo difícil de entender, que no ha sido tal, para el colectivo de inmigrantes más «espabilados», nos enfrentamos a un desequilibrio socio-laboral de muy difícil solución. La estrepitosa caída del sector de la construcción, arrastra incuestionablemente a otras áreas generadoras de empleo a una inactividad preocupante, que precisa urgentemente, al igual que el sector «locomotora» de un asistimiento inteligentemente diseñado, que evite el colapso económico-social que acabará con la esperanza de consolidarnos como nación de primer orden en el concierto mundial, pasando a engrosar el grupo del tercermundismo latente. Ante esta prueba se vislumbra que los caminos a la abundancia se van estrechando hasta el punto de hacerse intransitables, obligando a la Sociedad a buscar sendas más accesibles, continuando viaje a una meta desconocida. Es posible que esta modesta observación se catalogue de catastrofismo infundado, cuando la realidad es caprichosa y nos muestra signos adelantados de no errar en los vaticinios. Pongamos como ejemplo las alarmantes noticias sobre el futuro inmediato del pequeño y mediano comercio, al que se le augura una segura desaparición de más de 80.000 establecimientos. Por lo que nos ha tocado vivir estamos en condiciones de aseverar que este inminente derrumbe comercial acarreará, calculando superficialmente, un desempleo de más de 350.000 trabajadores autónomos y colaboradores; además de una grave «sangría» al fondo de desempleo y la no recaudación por la Agencia Tributaria de una escandalosa cuantía de impuestos. Desde nuestro modesto observatorio hemos querido plasmar la honda preocupación que nos embarga, a pesar de que nuestra dilatada edad nos exonere de dificultades personales, nunca estaremos ajenos a las vicisitudes que sufran quienes por ley natural nos sucedan en los avatares de la vida. En este punto no hemos entrado a valorar la situación fatalista en otros asuntos que padece la sociedad, que merecen el mismo tratamiento que el que puntualmente nos ocupa y que marcan el ritmo si no se corrigen más futuros descalabros. Para matizar este humilde ejercicio, queremos significar que el hecho de haber accedido el amigo José Luis de nuevo a La Moncloa no le acredita de forma contundente a un expreso merecimiento, ya que los deméritos alcanzados en la anterior legislatura han ido siempre por delante, al reconocimiento, en ciertos aspectos, a una loable actuación. Sería injusto que contáramos y hasta cantáramos las «excelencias» de la pasada etapa gubernamental. Nuestra condición no nos permite actuar de palmero siendo leal a estos principios que nos alejan sin paliativos de la cínica hipocresía. Confesamos que hemos sido muy críticos -hasta con suma dureza- en aquellos planteamientos de consumo partidista que solamente defienden los que viven del pesebre, en la ceguera de la desidia y la pasión por la sin razón. Por tanto, esperamos que esta nueva andadura cambie los cánones y se acometan con decisión y acierto las necesidades a paliar la complicada situación. No será tan difícil si los medios y las personas responsables son escogidas con escrupulosa buena voluntad y exquisita imparcialidad. En las pasadas elecciones francesas a la presidencia de la República, se dio un hecho de enorme trascendencia mediática por lo sorprendentemente política. La designación por el presidente Sarcozy de un primer ministro socialista, después de una encarnizada batalla electoral, que les situaba como adversarios irreconciliables. La decisión la justificó el presidente, de muy ventajosa y necesaria para cambiar, un sistema caduco y obsoleto por un proceso moderno, adecuado al momento sociopolítico que vive el vecino país. El distanciamiento ideológico no planteó impedimento alguno, debido a que los protagonistas perseguían el mismo fin. El abrazo de la concordia selló el histórico entendimiento, en un ambiente conformista de evidente signo patriótico. Al hilo de este encomiable acuerdo, en la precampaña electoral pasada, saltó a los medios la interesante noticia de que el PP había fichado a don Manuel Pizarro como refuerzo a las aspiraciones presidenciales de la pasada convocatoria. El currículum, huelga repetirlo, dado la transparencia del protagonismo en recientes operaciones empresariales y financieras, que le han elevado a la cúspide de la creación en la gestión empresarial y de hábil negociador en el mundo de los negocios. Para acudir a la cita se dejó por el camino cargos muy importantes en empresas de primerísimo orden, con emolumentos económicos infinitamente superiores a los que pudiera percibir en cargo político alguno; pero su carácter solidario para con España y los españoles/as pudo más que la pila de millones a que ha renunciado a incrementar su bien ganado y merecido patrimonio. Como parece ser que no es «necesario» a los nuevos planteamientos del partido de la oposición, será una pena que su contrastada valía se difumine y se condene a la muda bancada del congreso; de ahí la sugerencia que hacemos al presidente, con vehemente intención, a que, al modo francés, lo invite a formar parte del nuevo Gobierno, olvidando su procedencia ideológica y plantearse que va siendo hora en romper lanzas a favor de la salud pública , cambiando las batallas de las ideas por la paz de la conveniencia y la convivencia. Una cohabitación a la francesa facilitaría la clave a una buena gestión; y siempre que se diera una hipotética predisposición por ambas partes. El acuerdo supondría un hermoso acicate a la historia de la democracia.

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