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Publicado por
ANTONIO CASADO
León

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EN EL origen del episodio no había realmente ni portazo ni despedida a la francesa. María San Gil anunciaba a última hora del domingo, pocas horas después de haber llegado a un acuerdo con Soria y Sánchez Camacho sobre el texto definitivo de la ponencia, pero sin renunciar al debate y sugiriendo incluso la presentación de enmiendas en el congreso nacional del PP. Pero el paso de los días ha hecho derivar el caso hacia un grave supuesto de división interna entre dos almas del PP. Solo en apariencia y como un efecto secundario más de la lucha por el poder en vísperas del congreso. Eso explica también que las flores dedicadas a la presidenta del PP en el País Vasco hayan sonado como pedradas a la frente de Mariano Rajoy por parte de quienes se la tienen jurada desde que cometió la osadía de retener el liderazgo tras la derrota electoral del 9 de marzo. No se lo perdonan sus antiguos costaleros mediáticos con terminales políticas muy concretas en la organización del PP, como Esperanza Aguirre, Mayor Oreja, Ana Botella o Gustavo de Arístegui. Su última coartada es María San Gil, cuya ruptura con la línea oficial ha disparado su cotización como gran referente moral del PP. Entre sus virtudes está dar la cara en situaciones difíciles. Aunque había decidido esconderse por unos días porque, según confesó, no aguantaba la presión, este miércoles convocó una rueda de prensa de forma inesperada. Y no por el atentado que acababa de producirse en Legutiano, sino para explicar en su propia voz las razones de su espantada. La fundamental, que no se fía de Mariano Rajoy, lo cual es sacar el debate del terreno de las ideas y llevarlo a un ámbito más resbaladizo de la confianza entre personas. A partir de ahí, todo es tan subjetivo y tan volátil, que nos autoriza a sospechar que, al margen de los procesos de intención que pueda asignarle a Rajoy o a la dirección oficial del PP, María San Gil tiene muchas dificultades para explicar con razones objetivas las causas de su renuncia a firmar la ponencia política del partido. Por cierto, que ya es pública, después de su presentación a cargo de José Manuel Soria y Alicia Sánchez Camacho el pasado martes. Por tanto, ya se pueden rastrear, sin intermediarios, los puntos de la discrepancia inicial. El primero, en relación con el supuesto paso atrás en el fortalecimiento de la idea de España. Dice el punto 63: «Nuestro objetivo es fortalecer España». El segundo, sobre el presunto acercamiento a los nacionalismos. El texto los reprueba de forma inequívoca por «separatistas», unos, y «antidemocráticos», otros. Y el tercero, respecto a una inesperada flojera del PP en su doctrina respecto a la «derrota» de ETA. Falso de toda falsedad. Dice el punto 3: «El PP no descansará hasta que la banda terrorista Eta sea derrotada».