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Publicado por
FEDERICO ABASCAL
León

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NO HA enviado ETA esta vez un recordatorio pirotécnico de su existencia sino la prueba espeluznante de su perversidad. El atentado de ayer contra el cuartel de la Guardia Civil en Legutiano, Álava, produjo la muerte del agente Juan Manuel Piñuel y heridas a cuatro de sus compañeros. Pero la explosión de la furgoneta/bomba aparcada junto al cuartel pudo haber producido una masacre. Esta acción indiscriminada de ETA pasó por alto que en el inmueble bombardeado vivían cinco niños. El ministro de Interior habló desde el primer momento de «un atentado especialmente malvado», que no habría logrado el objetivo de causar un alto número de muertes, aunque la del agente Piñuel, en cuyo nombre se guardaban ayer en toda España minutos de silencio, supone ya el fracaso más rotundo de la banda al haber producido el efecto inmediato de reunir a toda la sociedad contra ETA. Los partidos políticos parlamentarios y los agentes sociales -patronales y sindicatos- formaron ayer a mediodía en la puerta grande del Congreso para guardia cinco minutos de silencio. Un comunicado firmado por todas las fuerzas políticas, en espontánea unanimidad, ha respondido al atentado con la imagen de una sociedad férreamente unida contra ETA. Es lo que más temen los terroristas: la unidad de los demócratas contra ellos. El actual PP no insistió ayer en imponer su criterio en el comunicado conjunto -rechazo permanente a toda negociación con la banda-, y se manifestó con el resto de partidos, lo que no hizo tras el anterior asesinato de la banda. ¿Es esta actitud la que incomoda a Mayor Oreja y a San Gil?. Como en circunstancias especiales, el presidente Zapatero telefoneó enseguida a Mariano Rajoy para darle cuenta del atentado. Por la tarde, tras la sesión de control al Gobierno, se trasladó el líder popular a Vitoria. No era ayer un día, dio a entender, para enredarse en réplicas políticas de partido, por lo que María San Gil, que ayer, por fin, explicó las razones de su portazo a la ponencia política y, más exactamente, al mismo Rajoy, debió sentirse en cierto modo desairada. Por la mañana, sin embargo, ya habían hablado los dos, San Gil y Rajoy, y la líder vasca del PP vino a decir al presidente de su partido que había perdido la confianza en la dirección popular, y que si no se recuperase esa confianza, ella no se presentaría a reelección en el congreso local de julio, que ha convocado. Ni en una jornada de condolencia social pudo aparcarse ayer la política de partido del escenario mediático.

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