Diario de León
Publicado por
RAFAEL TORRES
León

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LA CUESTIÓN no es tanto haber perdido la elecciones y quién las ha perdido, pues en el entorno económico de la derecha se prefiere que los tiempos de recesión o crisis los gestione o se los «coma» el PSOE, como quién será el encargado de ganarlas (y quienes sus benficiarios más próximos) una vez que los nubarrones de la crisis económica se disipen, instante que coincidirá, por cierto, con el interés y el designio de quienes diseñan las crsis y las no-crisis a su antojo. Así, y toda vez que el debate ideológico está ausente de la actual guerra interna por el poder en el Partido Popular, la cosa se queda justamente en eso, en una guerra por el poder, y pudiera ser que en ella el papel de Rajoy no sea, como se supone, el de generador de esa pugna, sino, antes al contrario, el de mantenedor o conservador de la máquina de ese atrezzo, de ese decorado político, que es el Partido Popular, más una empresa (como el PSOE, aunque algo más) que un partido. Otra cosa es que, si los diversos candidatos (los que han salido y los que saldrán) se devoran entre sí en una desconcertada lucha de todos contra todos, Rajoy acabe siendo el jefe de la derecha hasta el 2012 y, en consecuencia, candidato por tercera vez a la presidencia del gobierno, bien que, como queda dicho, más por efecto de las circunstancias que por plan o por voluntad propia. Ahora le toca al sector más reaccionario y trabucaire del PP (San Gil, Mayor Oreja...) presentar su candidatura, y es natural que lo haga a la tremenda, pues, en puridad, no practica en política otra cosa que el tremendismo, y más, cual acaba de suceder para desgracia de todos, cuando la banda ETA refuerza con sus acciones criminales el visceralismo populista de ese sector que cree llegado el momento de saltar, como los otros que se postulan ya abiertamente, a la palestra. Sin embargo, pudiera ser, ya digo, que a la larga, y a la no tan larga, todo ese ruido, ese ansia y esa voracidad de los otros beneficien a Rajoy, que parece decantarse por actuar de árbitro como ardid infalible para no perder el encuentro.

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