EL RINCÓN
Juzgar al juez
VAYA por delante que el comentario del presidente de la Audiencia de Barcelona, señor Barrera, me ha parecido inoportuno y no me ha hecho ni puñetera gracia. Eso de preguntar a un marido si nunca ha tenido ganas de matar a su mujer debiera estar precedido por otra interrogación, igualmente válida, pero nadie le pregunta a las mujeres si en alguna ocasión han experimentado el deseo de matar a su marido. Dicho esto en primer lugar, quiero decir en segundo que la histérica reacción me parece absolutamente excesiva. Quiero defender al señor Barrera, al que ni conozco ni deseo conocer. No pueden anularse los méritos de una carrera que todos sus colegas consideran «impecable e intachable» por haber dicho algo inadecuado. «La gracia que se quiere tener perjudica a la que se tiene» y este señor, de admirable trayectoria profesional, quizá no tenga ninguna de las dos, pero no debe ser juzgado tan duramente por permitirse una broma. Somos un país muy duro, muy orgulloso, muy serio. El humor ofende pero se toleran los chistes. Wenceslao Fernández Florez me decía que el chiste tiene más parentesco con las cosquillas que con esa amarga y salvadora situación que propicia el humor, que es algo tan indefinible como evidente. Si cualquier suave burla con víctima femenina se considera una agresión al género, su autor tiene la hostilidad de media humanidad. No se podría estrenar una obra de teatro llamada El caso de la mujer asesinadita , ni Groucho Marx hubiera podido decir que todos los maridos estarían ansiosos por llegar cuanto antes por las noches a su casa, de no saber que hay una mujer esperándoles. No exageremos. Vamos a juzgar al juez con un poco de piedad. No seamos tan susceptibles, ni tan trascendentes, ni tan españoles, ni tan españolas.