TRIBUNA
Estados Unidos, 1- resto del mundo, 0
EL NUEVO inquilino de la Casa Blanca que surja de las próximas elecciones generales se encontrará con un magnífico regalo encima de la mesa de su Despacho Oval: la mejor situación geoestratégica de los Estados Unidos en toda su corta pero intensa historia. Con astucia maquiavélica, Norteamérica ejerce su autoridad mediante la superioridad tecnológica, la supremacía económica y la capacidad militar. Líder indiscutido de Internet, monopoliza el registro de dominios y controla directamente diez de los trece servidores raíz, quedando el ciberespacio a su merced. Sus satélites en órbita y su todavía sin rival sistema de navegación (GPS) le dan ilimitado acceso a comunicaciones e información, pudiendo dejar ciego, mudo y sordo a quien se proponga. A lo cual le ayuda que en sus universidades ejerzan más del cincuenta por ciento de los premios Nobel de ciencias. De producirse una nunca descartable recesión económica mundial, su unificado, enorme y variado mercado interno será mucho más capaz de afrontar los retos que cualquier otro país. Antes de que Norteamérica se tambaleara, la UE estaría ya mortalmente herida. A este fin, Estados Unidos ha creado una red económica global interdependiente, de modo que a casi nadie puede beneficiar un desmoronamiento del dólar (las reservas de Japón y China son esclavas de esta divisa). Su Producto Interior Bruto no sólo es el mayor del mundo, sino que equivale a la suma del de los cuatro países que le siguen (Japón, Alemania, China y Reino Unido). Y lo mismo cabe decirse de su producción industrial. Así mismo, s u deuda externa bruta se ha ido reduciendo del 59,2% en 1995, a cifras actuales en torno al 20%. Consumidor del 25% del petróleo mundial, disponiendo tan sólo del 3% de las reservas probadas, su principal debilidad económico-estratégica es la imperiosa necesidad de obtener combustible. Pero, curiosamente, esta vulnerabilidad se reducirá según se incorporen fuentes energéticas alternativas, consecuencia del imparable incremento de los precios de los combustibles sólidos y de las limitaciones a las emisiones de CO 2 . En el plano geopolítico, cuando Estados Unidos decide, a finales del siglo XIX, abandonar su aislacionismo e iniciar el intervencionismo, tiene que disputar el control del mundo con varios imperios (Otomano, Romanov y Austro-Húngaro), y el del mar con el Británico. Fortalecida su posición tras las Guerras Mundiales, todavía debe repartirse el globo con la Unión Soviética. Desaparecida ésta, queda como potencia mundial en solitario, pero sin una posición sólida y con grandes espacios vacíos de influencia, de los que intentan apoderarse países y religiones. Cuando su hegemonía parecía verse afectada por las nuevas potencias -China, India, Brasil y el Gran Oso Ruso que salía de su letargo-, Estados Unidos ejerce, a partir del año 2001, una geopolítica intervencionista más decidida que nunca, que le lleva a su actual posición omnímoda. Para respaldar sus ambiciones, dispone del Ejército más numeroso, después de China, con 1,5 millones de soldados en activo y otros tantos en una muy entrenada y siempre dispuesta reserva. Al contrario que Europa, que ha reducido en pocos años a la mitad sus fuerzas y material bélico. Como nunca antes otro imperio, ejerce un control absoluto de todos los océanos, en los que no encuentra rival que se le oponga. El otrora impresionante potencial naval ruso se ha ido oxidando en los puertos y sólo recientemente intenta volver a surcar los mares, de modo más bien tímido. Y China ni tan siquiera dispone de un portaaviones digno de ese nombre. Sus casi 20.000 ingenios nucleares de aplicación militar, dotados de sofisticados medios de lanzamiento, superan con creces el número conjunto de los disponibles por el resto de países. Enlazado con su capacidad para rastrear el origen de material nuclear, detectar el lanzamiento de artefactos y destruirlos antes de que llegue a su territorio, da como resultado una capacidad de disuasión propia de ciencia-ficción. Habiendo logrado convencer al mundo de que su actual enemigo declarado, el terrorismo internacional de corte islamista, es también una clara amenaza para gran parte del globo, ha conseguido que muchos países estrechen los lazos político-económicos-militares y que apoyen decididamente la política exterior norteamericana. Así las cosas, Estados Unidos ha ido ampliando su presencia militar (más de 800 instalaciones) a lugares impensables pocos años antes, desde Europa Oriental a países tan remotos como Kirgizstán o Uzbekistán, generando inquietud en una Rusia que se siente cercada, y controla los principales accesos a recursos naturales - energéticos, masas forestales, hídricos y minerales- y los vitales enlaces entre países productores y consumidores de petróleo (Afganistán). En Kosovo, cerca de la frontera con Macedonia, ha llegado a establecer una base gigantesca (Camp Bondsteel), que muchos no dudan sirve para controlar la petrolera zona del Caspio. Por otra parte, Irak le ha permitido desplegar fuerzas significativas capaces de influir en un Oriente Medio tan vital. Los países rebeldes de la zona se han ido doblegando -como Libia- o no se atreven a grandes alardes -caso de Siria-, quedando tan sólo Irán en la siempre necesaria lista negra. Y el petróleo iraquí no cesa: ya se bombean más barriles de crudo (unos 2,3 millones al día) que antes de la invasión del 2003. Y mediante la exacerbación de las tradicionales rivalidades entre suníes y chiítas, Estados Unidos ha logrado dividir al mundo musulmán y que Arabia Saudita y los demás países del Consejo de Cooperación del Golfo se alejen de cualquier posibilidad de entendimiento con el régimen de Teherán. En cuanto a Al-Qaeda, sigue viva pero lo suficientemente débil para que no les represente una amenaza real, sobre todo en su propio territorio. Sin ninguna duda, Estados Unidos va ganando el mundial estratégico por goleada. Queda imperio para rato en el estadio planetario.