EN EL FILO
La crisis acaba con la crisis
CUANDO UNA CRISIS hace crisis, se acaba la crisis, asegura un aforisma político anglosajón. Como Rajoy no se ha limitado en este trimestre precongresual a resolver los asuntos de trámite, en el PP hay crisis. El dirigente y portavoz popular Gustavo de Arístegui ve en la gestión de Rajoy una crisis que podría agravarse si derivase en crisis ideológica y política, como el mismo Arístegui llegaba a sugerir, barruntándola. Pero si eso sucediera, que puede suceder, se acabaría la crisis y afloraría en el PP un caos espectacular, aunque perfectamente controlado por el armazón estatutario del partido. Más que una pulmonía, el PP sufre una serie concentrada de catarros y catarrejos mal curados o no curados en absoluto. Y ya están aflorando, en ciertas directrices enviadas por Aznar a Rajoy desde Faes; en la resistencia de Mayor Oreja, parapetado tras María San Gil, contra los cambios que Rajoy apunta; en el malestar aireado de cuadros intermedios, como Ignacio Astarloa o Juan Costa, sin olvidar a la últimamente más comedida Esperanza Aguirre, que se ha comido el sapo de Ruiz-Gallardón, llamado por Rajoy con la elegancia de un político de talla. Y a todo ello podría añadirse el desdén, que no beligerancia, de Rodrigo Rato hacia el otro delfín sobre el que recayó el dedo sucesorio de Aznar. Rato no está para batallas precongresuales o congresuales porque su aspiración, tras haber colmado otras secundarias, sería la presidencia del Gobierno de España. Y para conseguirla sólo debe esperar a la cristalización de una hipótesis: que las elecciones parciales de los dos próximos años deterioren a Rajoy de tal modo que el partido se vea forzado a buscar un candidato o póster electoral para las elecciones del 2012. Debe añadirse que sólo las hipótesis menos voluntaristas llegan a cumplirse, y no todas. De momento asistimos a una crisis más bien kafkiana en el PP, en el sentido de que las dos grandes facciones en ostensible desacuerdo enfocan el congreso de junio como un referéndum sobre Rajoy. Entre el Rajoy sí y el Rajoy no. Pero eso no resuelve el problema ni los problemillas. Mariano Rajoy gana tiempo, gana y cede terreno, y avanza sin saber si el congreso de junio va a ser su tabla de salvación o una celada que le tiendan sus adversarios. En cualquiera de los dos casos, la decisión pasa en esos cónclaves de manos de los líderes a la de los militantes, que suelen votar en casos de gravedad más bien aguda sin rígida disciplina a sus líderes locales. De ahí las sorpresas que a veces se producen en los partidos, como por ejemplo la sorpresa que ahora nos gobierna.