Catavenenos

HAY historias que merecen ser contadas con todo lujo de detalles, como la ocurrida a Sarah Ferguson, la ex nuera de la reina Isabel II, a quien los dedos acusadores de la rumorología han puesto a caer de un burro. En un intento de hacer tabla rasa con los desórdenes de su pasado, la señorita buenos modales fue contratada por una televisión británica en calidad de consejera dietética, dado que aparenta aire de autoridad en la materia. No en vano, tal como proclamaba el señuelo promocional del programa, la duquesa de York ha logrado su aspecto actual de cerdita Petunia, la novia de Porky, después de dejar atrás un cóctel de desbarajustes alimenticios, problemas de autoestima y traumas sentimentales. Así que, desdeñando la infinita capacidad que tiene el género humano para hacer el mal, la oronda doña Sara se dispuso a impartir su progresista filosofía culinaria a una honrada familia de la localidad de East Hull que, por lo visto, también anda bien cumplida de lorzas. Los medios de comunicación ingleses no acaban de ponerse de acuerdo sobre lo que les recomendó para abrir boca, si higos con pistachos o helado de fabada a la tiramisú, pero el caso es que a un amigo de la familia que fue invitado al festín le mandó a cenar con Cristo. Aún no es seguro que el fallecimiento se debiera directamente a los guisos de cuchara de la afligida duquesa, en la actualidad más triste que los músicos del Titanic, aunque resulta evidente que el recetario a lo Ferguson cotiza en horas más bien bajas. Los dinamiteros macarras y mariconzuelos de la prensa rosa, tal como diría nuestra doña Telma Ortiz, se frotan las manos ante semejante empacho, nunca mejor dicho, asegurando que el único trabajo con futuro que tiene la duquesa de York es como catavenenos.