Diario de León
León

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ALGUNOS políticos populares se niegan a denominarlo crisis. Sin embargo, mejor utilizar esta palabra, un tanto comodín, que recurrir a las ricas posibilidades de los seudónimos de rastrero. El diputado valenciano González Pons ha sido claro: «Hay una operación de desgaste para derribar a Rajoy». Y esa operación surge del propio PP, con complicidades externas. Ser alternativa o abogar por ella nos parece respetable. Pero existen reglas de conducta. Nunca podrá considerarse respetable la deslealtad del afín que deja de serlo simplemente porque cree llegado el tiempo de cambiar sus genuflexiones, de hacérselas a otro. Y sobre todo, lo contrario a la respetabilidad es la intriga, buscar el desprestigio, acosar. Algunos quieren reducir la política a un gana o muere. Haznos ganar o deja paso a quien pueda hacerlo. Por lo visto, no hay mayor traición que perder las elecciones; sobre todo, para quienes más han contribuido a ello. Aspirar a un cambio es legítimo, pero el fin nunca justifica los medios. Hemos acabado aceptando lo anormal como normal, que la política consiste en acuchillarse, el quítate tú para ponerme yo. Y no. La democracia no puede prescindir de la ejemplaridad en el comportamiento, de las buenas formas. Un linchamiento no es un debate de ideas. Gana o márchate a tu registro. Gana o vete. Gana o esfúmate. Demasiado fuego amigo. Para gobernar hay que ganar, pero los seres humanos no somos meras tuercas sustituibles en un engranaje; tampoco, los líderes. Existen reglas mínimas de respeto, de lealtad, de conciencia; por no hablar, que ya sería mucho pedir, de majestad, perdón o afecto. No vale todo. Perder no es degradante; perderse, sí. En similares circunstancias, en todos los partidos cocerían similares habas. Vale, pero apenas consuela.

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