EL MIRADOR
Una buena mala noticia
LAS NOTICIAS no son buenas ni malas, son noticias. Lo que importa es como se presentan. Una vez le escuché a un catedrático de Ciencias de la Información que lo importante no era que una noticia «fuera verdad, sino que pareciera verosímil». Hay maestros en hacer diariamente ese trabajo. En la economía, por ejemplo, ¿cómo está realmente? Para el secretario de Estado de Hacienda, mal, porque asegura que vamos a acabar el año habiéndonos comido el superávit de las cuentas públicas. Para el vicepresidente Pedro Solbes, bien, porque mantiene que no será así y que si contamos la Seguridad Social, incluso podemos estar en positivo. Para los analistas económicos y para las empresas, mal, porque el PIB crece a mínimos, se desacelera el consumo, se desploma la venta de viviendas, el IPC sube cinco décimas en mayo y se sitúa en el 4,7, el petróleo está a 130 dólares, el Banco de España avisa de que el deterioro continúa, la confianza de consumidores y comerciantes baja a los niveles de hace catorce años, y el Centro de Predicción Económica de la Autónoma de Madrid alerta de que se pueden perder 2,2 millones de puestos de trabajo sólo en la construcción... Para el presidente del Gobierno no hay razones para preocuparse porque todo se debe a una situación de desaceleración «más intensa y rápida de lo que estaba previsto» -antes de las elecciones era, simplemente, suave- pero seguimos estando «mejor preparados (¡) que ningún otro país para superar la crisis». En algo debe tener razón Zapatero cuando lo afirma, porque el pasado mes de abril, a pesar de la crisis económica, de la guerra del agua, de las tensiones por la financiación autonómica, etcétera, se ha doblado la diferencia que le separa del Partido Popular en las encuestas. Mientras la oposición siga en su guerra fratricida, Rodríguez Zapatero no tiene que hacer nada. Aunque se inunde la casa. Parece que le va a sobrar el tiempo. Lo mismo sucede en otro asunto que merecería una mayor difusión. La noticia buena, excelente, es que 110 países, entre ellos España, han llegado al acuerdo de prohibir las denominadas bombas «de racimo», que son directamente responsables de la muerte de miles de inocentes, tanto en guerras como cuando éstas acaban y muchos de esos proyectiles quedan perdidos y enterrados durante años y hacen explosión matando a niños y mayores. Esas bombas que nadie nunca debió utilizar pasarán de ser «éticamente inaceptables» a «ilegales» según el Derecho internacional y es un paso al frente en el respeto a la vida y a los derechos de los ciudadanos. La mala noticia es que los principales productores de estas armas, Estados Unidos, Rusia, China e Israel, no han firmado este acuerdo. Y así no sirve para nada. El problema es que las noticias se producen hoy, se olvidan mañana y no se siguen ni siquiera por los medios de comunicación que las publican, de forma que lo importante es venderlas hoy y dejar de preocuparse por el futuro. Siempre habrá alguien a quien echarle la culpa.