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Alimentación y precios
EMPEZÓ el pan, un alimento que cuando hace varias décadas subía una peseta se podía desestabilizar la paz social, que se decía entonces. Sin embargo ahora sube 40 ó 60 céntimos de euro (o lo que es lo mismo 66 ó 100 de las antiguas pesetas) y no pasa nada, si acaso se comenta. Será que no comemos pan, o no comemos tanto pan como entonces, y así nos va con la comida basura que nos está transformando en una sociedad de obesos, de tranquilos y pacíficos obesos por no discutir, que decía el chiste. Pero al pan le han seguido el arroz y otros muchos alimentos de primera necesidad, de los todavía no transformados, de esos que se pueden obtener en una huerta o en cualquier pueblo, aunque a los agricultores se les pague una cantidad ínfima (el 1.980% menos de lo que luego cuesta en un súper una lechuga iceberg, según publicaba Luis Urdiales en este periódico el pasado 28 de mayo). ¿Qué está pasando? Hay crisis, o desaceleración, o como quieran llamar a esta sensación de que no llega el dinero para tantas cosas como hace un par de años. Y como ya casi no se venden pisos y se ha frenado esta especulación, los que no están dispuestos a no ganar tanto en época de vacas flacas han recurrido a lo seguro: todos comemos, así que el sector de la alimentación es el refugio ideal para los especuladores, que acaparan productos para conseguir que aumente su precio. Y mientras los agricultores se arruinan nos desesperamos porque nadie controla este mercado tan libre que nos va a dejar sin comer. Y no ya a nosotros, que nos vendrá bien para frenar la obesidad, sino a esos 800 millones de personas que hay en el mundo con hambre crónica y que esperan una solución internacional. A ver si en Roma se encuentra.