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HAY quien dice que, aprovechando que la oposición se dedica a mirarse a sí misma, y de paso a sacudir al correligionario, el gobierno sestea. Que no hace nada, vamos. Que no se aprueban proyectos de ley, que la actividad parlamentaria decae, que los responsables de las distintas carteras se mueven poco... Y todo ello, todas estas críticas -en los medios-, cuando aún no se han cumplido los míticos primeros cien días del nuevo ejecutivo en el poder. Me parece, en principio, una acusación injusta, porque el gobierno está haciendo, en este inicio de Legislatura, bastantes cosas, que no todo consiste en aprobar leyes en los consejos de ministros. Algunas de estas cosas son buenas, otras no tanto, algunas definitivamente malas. Pero, que se sepa, hasta ahora se han ofrecido consensos en materias varias, se ha puesto luz roja a ciertos intentos de avances no legales -Ibarretxe-, se han aprobado trasvases que jamás iban a aprobarse y luego se ha decidido no realizar esos trasvases, ¡aunque las primeras inversiones ya estaban comprometidas y algunas, hasta realizadas! Y más: Zapatero, es la verdad, ha opuesto resistencia a los planes ciertamente xenófobos de Berlusconi en materia de inmigración y casi estoy por decir que hasta ha ganado la partida al cavaliere . Incluso, en estos cien primeros días, ha tenido tiempo de comprometer una donación de quinientos millones de euros, en los próximos tres años, para la lucha contra el hambre en el mundo. Y lo ha hecho en plena crisis económica -perdón, desaceleración-, como un gesto de solidaridad, que yo personalmente aplaudo, hacia quienes están mucho más necesitados que nosotros. Cierto es que yo aplaudiría con mayor entusiasmo si, además del anuncio escueto informando de que España contribuirá con ochenta y cuatro mil millones de las antiguas pesetas a esa lucha contra el hambre, el presidente nos hubiese detallado cómo y con cargo a qué partidas saldrá tal donación. Así que yo diría que el balance es, en términos generales, más bien positivo que negativo, aunque naturalmente que me hubiera gustado que, por ejemplo, la cascada de medidas para combatir la mala racha que atraviesa nuestra economía hubiese llegado antes y hubiese sido más contundente que hasta ahora; todo indica que Zapatero atribuye el papel de «poli bueno» al titular de Industria, Miguel Sebastián, encargado de dar las buenas nuevas, y el de «poli malo» a Pedro Solbes, a quien le toca reconocer las previsiones de los malos datos por venir. Me alivia que, al menos, haya una cierta estrategia de comunicación en este reparto de funciones.