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Publicado por
JOSÉ A. BALBOA DE PAZ
León

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HAY POLÉMICAS que se arrastran durante años sin que el sentido común sea capaz de poner un poco de racionalidad en las posturas enfrentadas. Una de éstas se refiere a la toponimia de algunas comunidades autónomas, casi siempre en detrimento de los términos castellanos o presuntamente castellanos, sobre los que algunos proyectan un odio irracional difícil de explicar. Un caso particular, aunque no excesivamente sangrante, ha sido el del topónimo Galicia, hoy más cerca de llegar a un acuerdo satisfactorio por el reciente dictamen de la Real Academia Gallega. El primer nombre histórico conocido de Galicia fue el de Provincia Transduriana. Tal denominación, que incluía un territorio más amplio que el de la actual Comunidad Autónoma, se recoge en un edicto del emperador Augusto dado en Narbona en el año 15 a de C. El bronce en el que se menciona tal provincia se halló en Bembibre y fue dado a conocer por mi en 1999. Entre otros datos interesantes, recoge una valiosa información sobre la conquista y colonización romana del noroeste, así como las vicisitudes de algunos de los pueblos que habitaban el Bierzo en razón de su apoyo o su oposición a tal conquista. Mi amigo Méndez Ferrín, en uno de sus artículos en El Faro de Vigo , ha reivindicado ese nombre como «outro nome para Galicia». Desde el siglo III la extensa provincia Hispania Citerior, que integraba algo más de la mitad norte de la península, fue subdividida por el Diocleciano en tres nuevas provincias, una de las cuales tomaría el nombre de uno de los pueblos prerromanos, los galaicos, con el nombre de Gallaecia. Tampoco en este caso, dicha provincia se limitaba al territorio de la actual Galicia sino que abarcaba un espacio que algunos llevan hasta más allá del Duero, hasta Cauca o Coca. Tal nombre no se perdería en los siglos posteriores, pues en los primeros años de la Reconquista hay, al menos en la toponimia de la España musulmana, una doble denominación como muy bien ha señalado el historiador Manuel Carriedo: Yilliquilla, para referirse a la antigua Gallaecia, y Galisiyya como nombre estricto de Galicia. En la documentación medieval posterior es frecuente encontrar dos topónimos de igual raíz pero diferente ortografía: Galiza y Galicia. El primero se utilizaba fundamentalmente en textos escritos en gallego, pero pronto cayó en desuso siendo sustituido por el de Galicia, utilizado indistintamente por hablantes gallegos y castellanos durante siglos. Sólo a partir del siglo XX, el nacionalismo gallego comenzó a reivindicar el topónimo Galiza como más genuino, como podemos ver en el libro de Castelao Sempre en Galiza . Ese es el topónimo reivindicado y defendido por el BNG y por autores próximos a un galleguismo radical. Desde 2003 la Real Academia Galega, al aprobar la «normativa de la concordia», acepta el término Galiza como topónimo gallego. No todos los nacionalistas utilizan el topónimo Galiza, como puede verse frecuentemente en libros de historia y en autores de tanta prosapia nacionalista como Ferrín. Ayero, La Voz de Galicia publicaba un documento firmado por Xosé Ramón Barreiro, como presidente de la Real Academia Galega, en el que contestaba a una pregunta de la Consellería de Cultura sobre la pertinencia o no de considerar ambos términos como oficiales. La respuesta deja claro que aunque ambas son formas históricas legítimas gallegas en el sentido filológico, sin embargo, «a denominación oficial do País normativa e xurídicamente lexítima é Galicia». ¿Se acabará la polémica?