Europa en el alero Extraña sensación

HOY comenzarán a conocerse los resultados del referéndum irlandés sobre el Tratado de Lisboa, que afectan a 490 millones de ciudadanos ya que un «no» resonante supondría un gravísimo revés para el proceso de construcción europea. Irlanda se ha debatido entre sus dos almas, la adulta y serena, que interioriza los extraordinarios beneficios que le ha supuesto la pertenencia a la Unión, y la adolescente e inmadura, airada por el hecho de que, como le pasa a España, se haya acabado la mayoría de las ayudas de Bruselas. Todo el «establishment» irlandés ha hecho campaña a favor del sí, desde los tres principales partidos hasta los periódicos más influyentes (Irish Times y Irish Independent), pero la tentación de meter el dedo en el ojo a la UE resulta irresistible para muchos irlandeses y hace que el resultado se presente incierto. Lo peligroso sería que los ciudadanos aprovecharan la ocasión para protestar por otros motivos: la corrupción, la inmigración excesiva, el fin de su neutralidad... EL GOBIERNO no acaba de encontrar su sitio en estos comienzos de legislatura. Los ministros siembran en barbecho en las comisiones parlamentarias sus programas de legislatura, que nadie parece demasiado interesado en escuchar, Zapatero no acaba de encontrar el tono apropiado en relación a la crisis económica, la política mantiene un perfil inusualmente bajo e incluso los conflictos se desarrollan en un ambiente crispado en el que no hay matices en torno a la disyuntiva fundamental. Este conjunto de elementos engendra una sensación difusa de extrañeza. Como si, después de una legislatura intensa, dura y hosca, estuviera naciendo otra cuajada de sospechosos silencios... Y si se hurga bajo la superficie de las puras apariencias, se llegará probablemente a una conclusión en cierto modo sorprendente: lo que falta en este coro inarmónico de la actualidad es precisamente la oposición. No es una crítica sino una evidencia: la gran minoría mayoritaria tras el 9-M, que está ultimando su recomposición interna después del último descalabro, resulta indispensable para cerrar el binomio dialéctico que materializa el proceso político.